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miércoles, 16 de febrero de 2011

La formación continua en las gerocultoras

Uno de mis caballos de batalla (tengo muchos, a este paso pondré una cuadra) es el tema de la formación del personal de atención directa. Cuando llegué a la residencia, hace seis años había algunas trabajadoras que a tenor de lo que la mala ley exigía sólo tenían un cursillito. En algunos casos incluso era imposible que pudieran formarse más, debido a sus limitaciones intelectuales y sociales y tuvieron que optar por otro tipo de trabajo. Con el paso del tiempo las personas que no poseían la formación profesional precisa, pero que estaban suficientemente capacitadas para ello, han ido formándose y están a las puertas de obtener sus certificados de profesionalidad que toda persona debe poseer para trabajar en este medio en el año 2013. Han hecho muchos cursos, unos presenciales, otros a distancia y algunos que yo misma les he dado.
La formación profesional es el conjunto de estudios y aprendizajes que tienen como misión la inserción, reinserción y actualización laboral. Su objetivo siempre será el aumento y adecuación del conocimiento y las habilidades de los trabajadores a lo largo de toda su vida. Dentro de esta formación profesional distinguimos entre:
• La especifica o inicial que va dirigida a los estudiantes que deciden comenzar en el mundo laboral
• Formación profesional ocupacional orientada a los desempleados que necesitan una nueva inserción en el mundo del trabajo
• Formación profesional continua para los trabajadores en activo que quieren o necesitan adquirir mayores competencias. Es una actualización permanente de las capacidades del trabajador que aumenta su grado de empleabilidad.
Una de los aspectos que a ellas y a mí nos ha llamado la atención es el personal que imparte los cursos a los que han asistido. Es muy raro, por no decir que casi imposible, que hayan tenido cursos impartidos por profesionales que viven el día a día de un centro. Unas veces han sido clases teóricas buenas, otras regulares y las menos veces algo flojas pero siempre me han expresado su decepción al comprobar que sus profesores no tenían mucha idea de la rutina de trabajo que ellas realizan. Venían contentas por el intercambio de opiniones que tenían con otros trabajadores de otros centros y en muchas ocasiones orgullosas de constatar que ellas sabían hacerlo sino mejor, que también, igual que compañeras de residencias mayores a la nuestra.
La formación continua tiene que estar adaptada totalmente al medio en el que se va a desarrollar y eso quien mejor lo puede llevar a cabo es el profesional que trabaja in situ, no el que sólo se dedica a impartir formación. No es lo mismo explicar y aplicar el aseo y baño de una persona mayor hospitalizada que la de una persona en residencia, los tiempos, los medios, etc. son distintos. Su formación continua se convierte entonces en formación específica de la que ya van sobradas.

martes, 15 de febrero de 2011

Al que Dios no le da hijos, el diablo le da sobrinos

Eso dice el refrán, en algunos casos yo añado que hay hijos que además de padres tienen tíos. Hoy les dije a las auxiliares que me fueran diciendo los nombres de los residentes con comportamientos más peculiares, con o sin demencia. Cuando terminaron de enumerarlos les pregunté que tenían en común, se quedaron pensando y se dieron cuenta que todos los que habían nombrado eran solteros o solteras sin hijos. Cuando las personas mayores ingresan en una residencia, en algunos casos, tienen momentos malos y tiranos con la familia y con el centro, piensan que no se les quiere y que por eso están allí, se rebelan, se enfadan, y cogen alguna que otra rabieta como si de niños pequeños se tratara. Sin embargo si se tienen hijos, estos hijos ponen el punto de discusión y el de concordia actuando eficazmente como mediadores. No ocurre esto cuando la persona mayor no ha tenido hijos, suele ser una persona acostumbrada a estar sola, a hacer con su vida todo sin consultar con nadie y a que nadie le diga lo que está bien o mal. Para los sobrinos cuidar de sus tíos es complicado y tenso, tienen que ponerse de acuerdo en las decisiones hacia ellos perteneciendo incluso a núcleos familiares distintos, y al mismo tiempo hacerle entender que todo está hecho en su beneficio y con todo el cariño. Sin embargo ellos no aceptan las normas, recurren con mucha frecuencia al chantaje emocional, a pregonar que no tienen a nadie en el mundo y que los sobrinos no les quieren. Esa soledad diaria en la que han vivido les hace mucho más intransigentes y menos flexibles en cualquier situación. Uno de los problemas que padeceremos todos según vamos siendo mayores, es la agudización de nuestras manías y nuestros hábitos. Según pasen los años seremos más maniáticos y obsesivos. Los psicólogos que han estudiado este tema afirman que son determinantes la edad y el lugar que se ocupa en la sociedad. La convivencia obliga a la flexibilidad y a ceder frente a los demás, por esta razón las personas que viven solas tienen unos hábitos de vida mucho más rigurosos. Si a esto sumamos la edad y la falta de un vínculo familiar potente y directo nos encontramos con mucha frecuencia con comportamientos atípicos y complejos, muy difíciles de contemporizar con el comportamiento del resto de los residentes.