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jueves, 30 de octubre de 2014

¿Nos engañaron con la Ley de la Dependencia?

Hoy he tenido la oportunidad de asistir a la presentación en Salamanca del libro “Cómo nos engañaron con la Ley de la Dependencia” de Josep de Martí. He compartido con él un café muy agradable antes de su intervención en una tarde de inusual tiempo en estas tierras castellanas.
Me ha parecido un hombre tranquilo, diría yo que tiene un carácter conciliador pese a que uno pueda pensar que escribiendo un libro con ese título provocador lo menos que puede ser es un indignado. Tiene don de palabra, sabe adaptarse al público al que se dirige. Reconozco en él a una persona crítica que no destructiva, matiz que a veces los que tienen el poder o la responsabilidad de gestionar no saben distinguir. Coincido con él en algunas de sus apreciaciones tanto en la Ley de la Dependencia como en otras cuestiones de actualidad como es la ACP, es probable que yo no le dé tanto protagonismo al tema económico aunque sea el principal escollo para que las cosas puedan desarrollarse. Me gustan las personas prácticas que saben de qué hablan que no dicen lo que uno quiere oír, puedo estar de acuerdo o no, pero tal como él mismo explica la libertad es la libertad de decir que 2 + 2 = 4. Si nos engañaron o no con la Ley de la Dependencia hoy lo dejo a la reflexión de cada uno, después de leer el libro de Josep.

domingo, 26 de octubre de 2014

Unidades de convivencia, seguimos reflexionando

Se avecinan tiempos convulsos. Cuando coincido con mis compañeros directores de residencia todos tenemos la sensación de no saber muy bien hacia dónde ir. Algunos de ellos están entre la espada y la pared temiendo que la concertación que tienen de plazas con la Junta peligre si no optan por el modelo de “Unidades de Convivencia”. No creo que sea bueno que el modelo comience de esta manera. Sigo también pensando que el modelo no es de abajo a arriba y lo que comenzó con unos requisitos más o menos inamovibles va transformándose en “si se puede”, “si es posible”….. Y de momento sin normas ni garantías. Cuando un inspector visita los centros va con las normas actuales en la mano y a menos que tengas una “Unidad de Convivencia”, en cuyo caso no entra, de nada valdría explicarle que se está implantando el modelo de ACP. En una visita que nos hicieron hace tiempo el inspector observó que en una de las habitaciones dobles las esponjas de baño estaban juntas y me advirtió que era motivo de sanción. Les expliqué que era una habitación de un matrimonio y que era la mujer la que colocaba las cosas según quería, ante ese argumento dijo que era correcto pero que de ninguna manera podían estar así. También se interesó por la forma de administración de la medicación, insistiendo mucho incluso en los residentes válidos, teníamos que asegurarnos de que tomaba la medicación sí o sí. Nosotros lo hacemos y comunicamos al médico si alguien decide no tomarla pero en realidad estamos violando la libertad de una persona considerada válida, no le preguntamos si quiere o no quiere hacer el tratamiento. En otra visita de comprobación de hace unos días observé que la persona que la hacía se fijaba en las fechas de caducidad de productos que estaban en la despensa. Inmediatamente me imaginé que algunos de nuestros residentes tuvieran neveras como ví en una “Unidad de Convivencia” ¿quién vigilaría eso? He visitado algún centro que ha tenido una unidad de convivencia y que la cerró por el desinterés de las personas que la formaban. Era una unidad formada por personas totalmente válidas. No querían estar en un espacio tan cerrado y muchos conflictos surgían por el reparto de tareas. Debemos también pensar cuando aplicamos la ACP que la generación de las personas que están hoy en la residencias ha sido una generación donde el reparto de las tareas domésticas no era precisamente igualitario entre sexos ¿cómo solucionamos eso? ¿Ponemos a las mujeres a hacer las tareas y a los hombres a leer el periódico o a jugar a las cartas? Yo soy de las que piensan que esta forma de aplicar el modelo va más en consonancia con personas dependientes pero también observo una gran incongruencia si pretendemos que estas personas puedan “cocinar”, “lavar ropa” como en “su casa”. Hemos hecho una encuesta informal entre nuestros residentes y entre personas que no están en el centro y todos ellos dicen que cuando entran en la residencia esperan no ocuparse de las cosas cotidianas, que para eso van. Tengo claro que los centros deben dejar de tener apariencia de hospitales, tanto en su funcionamiento como en su estructura física, deben tener salas más pequeñas, más hogareñas, habitaciones más personalizadas pero sigo pensando que nunca podrán tener la misma estructura de una casa, esa casa que la persona mayor abandonó porque no podía vivir en ella. Su baño no era accesible, no tenía espacio para el andador o para la silla de ruedas. No podía seguir cocinando porque se le olvidaba apagar el fuego, no podía meter la ropa en la lavadora porque eso suponía agacharse, si llovía o hacía mucho frío tampoco podía caminar por la casa porque no había espacio, su casa ya no era habitable para ella y las cosas cotidianas se iban abandonando. El servicio de ayuda a domicilio que funciona en nuestro país está orientado en la mayoría de los casos a suplir la incapacidad de la persona mayor en los actos cotidianos. ¿Cómo puede entenderse que cuando llegan a una residencia vamos a hacer que sigan haciendo esas cosas que abandonaron hace mucho tiempo? El proceso de atención centrado en la persona no es eso ni puede solamente sustentarse en el modelo de “Unidades de Convivencia”. Hace un tiempo había muchas casas tuteladas ¿se ha preguntado alguien por qué han ido desapareciendo? Al fin y al cabo son “Unidades de Convivencia” ¡ojo! que sólo admiten a personas válidas. Me surgen muchas dudas y advierto muchas incongruencias que día a día trato de resolver.