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jueves, 25 de marzo de 2010

Empatía

Reconozco que muchos días vengo cansada a mi casa y que no logro desconectar de mi trabajo. Siempre digo que si dirigiera una fábrica de hacer cajas todo sería más relajado. Que un día las cajas salen peor, al día siguiente las mejoraríamos. No, no es una fábrica lo que dirijo, es un centro de personas atendido por personas. La diferencia de edad entre cuidadores y cuidados, necesaria e imprescindible, es muchas veces un obstáculo difícil de salvar. Una persona joven no entiende con frecuencia a la persona mayor, no empatiza con ella. Me pongo a recordar cómo era yo cuando era una postadolescente y no sé si hubiera en esos momentos podido dedicarme a este trabajo. Mi madre murió con 49 años y mi padre tenía entonces 53 años, recuerdo en el funeral a la gente hablando de lo joven que era mi madre, yo con 24 años les miraba pensando que no era tan joven, veía incluso mayor a mi padre para rehacer su vida, ¡qué disparate! Hace 5 años murió él con 73 y en esos momentos de mi vida le veía muy joven para morir. Me cuesta mucho trabajo hacerles ver a las cuidadoras que los mayores no son niños, que no podemos tratarles como tales aunque sus comportamientos sean en ocasiones caprichosos. Es un poco complejo tratar de que ellas cumplan con su trabajo, que en ocasiones no coincide con los deseos del mayor, respetando siempre a la persona y no haciéndole sentir mal. Para mí es algo incómodo tener que mediar en esos conflictos donde el escollo principal es la poca empatía entre uno y otro.

domingo, 21 de marzo de 2010

Individualizar

Hay momentos en nuestro trabajo que todos nos planteamos la pregunta ¿en qué consiste la atención individualizada? Si preguntamos a las familias suelen estar de acuerdo en que se les sirva la comida que a ellos les guste, que se les atienda sin demora en sus necesidades, que mantengan el horario que ellos quieran, etc. Tenemos que ser realistas, todo eso lleva un coste económico que difícilmente podrían asumir. El tema de las comidas es muy representativo de la atención individualizada. Se está imponiendo que el residente, siempre con 24 horas de antelación decida sobre dos menús. Tengo que confesar que en nuestro centro eso sería inviable. Aún en el supuesto de que lo lleváramos a cabo siempre habría residentes que cambiarían de opinión y que se generarían conflictos en una misma mesa con platos de comida distintos. Durante un tiempo estuvimos dando la fruta a elegir hasta que llegamos a la conclusión de que no estaban contentos. Ahora ponemos una fruta igual para todos y no ha vuelto a ser un problema. Algunas familias nos dicen: ¿qué os cuesta cambiarle la cena y hacerle una tortilla? Nos cuesta que hoy coman esa tortilla y mañana ya quieran otra cosa y no digamos si el compañero tiene la cena distinta, entonces para qué queremos más. Nosotros hemos llegado a la conclusión de que deben comer el mismo menú todos y que se debe variar constantemente. Otro tema es las horas de acostar. Los residentes válidos únicamente tienen la limitación del ruido, pueden acostarse cuando lo deseen. Otra cosa son las personas totalmente dependientes. Un centro no puede organizarse si no hay unos horarios y pautas de trabajo y aunque a las familias pueda parecerles que se acuestan temprano tienen que entender que también se levantan muy temprano (y no siempre porque nosotros les obliguemos). Antes de que comience el turno de noche todas estas personas tienen que estar ya acostadas. La tarea de acostar supone llevar a la persona a la habitación (a veces entre dos personas), ponerle al baño, limpiarle, ponerle el pijama, ajustarle el pañal y meterla en la cama. Muchos de ellos tienen medicación que tomar al acostar y todo ello hay que hacerlo de manera que a las 10 de la noche el centro esté en silencio. Cada familia sólo entiende de su residente pero tiene que multiplicar por el número de ellos que haya para entender que las cosas no pueden ser de otro modo.

Gracias a las familias

Esta noche quiero dar  las gracias a esas familias de nuestros residentes que nos ayudan y apoyan en nuestra labor. Es muy diferente contar con ellas y con su complicidad que tenerlas en frente siempre dispuestas a protestar por todo. En nuestro centro tenemos varias de las primeras que con una frase nos hacen sentirnos tranquilos y orgullosos de nuestro trabajo. Acabo de leer un comentario de una nieta de nuestro L..., son un ejemplo de lo que hablo. Siempre han estado a nuestro lado ayundándonos a cuidar de él,  cooperando para solventar los problemillas y haciendo que todo esto tenga un sentido positivo. Gracias por estar con nosotros.

martes, 9 de marzo de 2010

Un pequeño brindis

Acabo de terminar de comer en la Residencia. Todos los días lo hago en compañía de las gerocultoras del turno de mañana, nuestra empresa nos lo facilita para que ellas puedan terminar con tranquilidad el turno. Si no lo hicieran, unas veces estarían muertas de hambre y otras pensando que no habían hecho la comida todavía. De este modo conseguimos que no se agobien cuando va a llegar la hora de acabar. La mayoría de los días comentamos anécdotas y nos reímos con las ocurrencias de los residentes y las nuestras propias. Una de las gerocultoras I…. me decía que leía el blog todos los días, ¡uf qué calorina me ha entrado! Se lo comenté a varias el otro día porque me parecía justo que supiesen que son protagonistas también de esta historia, no me resta libertad que me lean porque creo que casi todas saben lo que pienso y como lo pienso. I… es una de las personas que en estos cinco años que llevo en el centro ha ido aprendiendo y mejorando, todavía le queda mucho pero creo que en unos años será una gran profesional. Ella también sabe en qué debe mejorar así que en sus manos está. Como sé que me va a leer, le brindo este pequeño guiño para continuar en este viaje, tan reconfortante unas veces y tan amargo otras.

Residencia versus hospital

En otra entrada de este blog he hablado de lo poco que me gusta asimilar una residencia a un centro hospitalario. Entiendo que el concepto no puede confundirse y nos cuesta mucho hacer entender a residentes y familias que nosotros cuidamos de su mayor y le proporcionamos atenciones que en su casa no serían posibles pero muy lejos de lo que tendría, o en muchos casos de lo que carecería, en un hospital. El problema es complejo porque incluso el propio personal acaba comparando su labor con la de un auxiliar de planta en un centro médico. En los hospitales españoles, al menos los que yo conozco, una persona mayor tiene que tener un acompañante día y noche para ayudarle en todas sus actividades de la vida diaria (técnicamente llamadas ABVD) El personal del hospital asea pero no baña, lava la cara pero no ayuda a afeitar, pone la comida pero muy raramente se la da al enfermo, levanta (mejor dicho el celador) pero si necesita sujeciones sólo lo hace en presencia del familiar y así con todas sus necesidades. Resulta paradójico ver la cantidad de personal por planta, que en muchas ocasiones está con los brazos cruzados, mientras muchas familias tienen que pagar a un cuidador en el hospital si ellos no pueden estar. No acabo de entender la función del auxiliar en el hospital. En alguna ocasión cuando hemos tenido a un residente en estado terminal, algún familiar nos planteó quedarse de noche para cuidarle. Nuestra respuesta ha sido siempre la misma: “usted quédese porque quiera estar con él en sus momentos finales, dándole su cariño y su amor, pero no para cuidarle, para eso estamos nosotros”

lunes, 8 de marzo de 2010

Su marcha

Por muy anunciado que fuera, me cuesta hablar de la partida de L… Nos dejó el jueves 4 de marzo a las 10 de la noche, silenciosamente, sin ruido, tranquilamente. Quisieron las circunstancias que estuviera en su habitación más tiempo del habitual hasta su traslado para su entierro, hasta en eso quiso ser el que más tiempo estuviera, como si no quisiera abandonar su hogar de los últimos ocho, casi nueve, años. Hoy he entrado en su habitación ya vacía y reconozco que me va a costar ver allí a otra persona. Hay muchas personas que han pasado y fallecido en el Centro, a veces por su poco tiempo entre nosotros se nos olvidan sus nombres pero estoy segura que no va a ocurrir eso con L… Recordaremos siempre al primer residente, a aquel que cuando le preguntaban si había vivido siempre en el pueblo contestaba que sí,  pero que había ido a la guerra. Le recordaremos siempre con una sonrisa pícara y con cara de no haber roto un plato. Recordaremos su guerra particular con A… protestando porque este último se llevaba el periódico a su habitación justo cuando él pensaba leerlo. Recordaremos cuando de pronto se ponía a cantar un pasodoble o cuando enfadado protestaba porque no quería comer los yogures. Recordaré cuando me llevaba unos caramelos para mis hijas o cuando ejercía de peluquero con algunos residentes. Las dos caras de una moneda sus alegrías y sus enfados, como todos.

miércoles, 3 de marzo de 2010

"Soy mayor luego estoy enfermo"

Cuando llegamos a mayores tomamos distintas actitudes con respecto a nuestras visitas al médico. Hay quien presume de no tomar una sola pastilla y quien no sale de la consulta. Curiosamente estos últimos nunca suelen tener nada más que los achaques propios de la edad. A pesar de saberlo siempre tenemos que pasarles al médico y hay veces que tenemos que mirar para otro lado porque reirnos sería una falta de educación. Hoy una señora ha pedido ser vista por el doctor porque "las cervicales se le suben a la cabeza y le ahogan". Creo recordar que es la quinta vez que es vista por este motivo. ¿Qué puede hacer el profesional ? No le queda otra opción que tomarlo con humor y tranquilizar a la paciente. Pero claro, si no le ha puesto medicación es como si no le hubiera hecho caso,  el resultado será que dentro de unos días las cervicales volverán a moverse hacia su cabeza. Hay residentes que compiten a ver quién está más enfermo e incluso consideran que si no les ingresamos en el hospital no van a curarse y les vamos a dejar morir. La culpa es un poco de todos. Vengo repitiendo a quien me oye a diario que una residencia no debe ser sinónimo de hospital, ni en las formas de trabajo ni en la percepción de residentes y familias. El tener un médico diariamente no tiene que significar que todos los días deba ver a los mayores, ni hacer ronda como en los hospitales. Ser mayor no es sinónimo de ser un enfermo y todos debemos hacer un esfuerzo por hacer de la vida de nuestros ancianos una vida normal, limitada sólamente por las características de su edad.