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miércoles, 11 de junio de 2014

Aplicar la atención centrada en la persona.....

Este mes ha sido muy ajetreado para mí, he asistido al Congreso Nacional de la SEGG como ponente y a otras jornadas de “Atención Centrada en la Persona”( AICP como se dice en plan profesional), como aprendiz. Reconozco que soy una persona que se cuestiona todo, quizá porque aprendí de mi padre lo que dijo en cierta ocasión Fernando Savater: “Es mejor saber después de haber pensado y discutido que aceptar los saberes que nadie discute para no tener que pensar”. Cada día estoy más convencida que la AICP es la forma más natural y justa de atender a cualquier persona en situación de fragilidad pero la cuestión es cómo aplicar en los centros la AICP. En nuestra comunidad se ha optado por el modelo “en mi casa”, de una forma valiente y convencida, sin embargo yo sigo viendo claros oscuros. Me cuestiono si en realidad les hemos preguntado a las personas que atendemos si eso es lo que quieren, o estamos construyendo unos centros según creemos nosotros que deben ser. Si de verdad aplicáramos en pureza los principios nos encontraríamos que no habría dos centros iguales, ni en funcionamiento ni en estructuras físicas. Mi centro es un centro rural que atiende en una proporción muy elevada a personas que han vivido siempre en un pueblo y que apenas han conocido otro modo de vida. Han venido de sus casas donde todavía hacían lumbre, han trabajado, tanto hombres como mujeres, duramente y han vivido con suma austeridad. Algunos puede que echen de menos ese tipo de vida pero no nos engañemos la mayoría está muy a gusto habiéndola abandonado porque así nos lo dicen, les gusta sentirse servidos y no tener que preocuparse de las cuestiones cotidianas. En nuestro centro procuramos respetar siempre las formas de pensar y de actuar de ellos, a veces nos desespera que no sean muy activos y que no tomen interés por las actividades que les proponemos pero precisamente por el respeto a su persona nunca les obligamos y siempre intentamos entender su forma de actuar. Tenemos residentes que son felices ayudándonos con las personas en sillas de ruedas y lo potenciamos aunque eso suponga algún problema menor, hemos tenido gente que quería doblar la ropa con las auxiliares y nosotros estábamos orgullosos de eso, tenemos nuestra jardinera principal, una señora que en octubre cumple 90 años y que nos riega y cuida casi todas las plantas de la Residencia, pero siempre de forma voluntaria, hay días en los que por lo que sea no le apetece y también respetamos su decisión. Podría poner más ejemplos porque nuestro centro es eso: una "pequeña gran casa". Esta misma mañana les pedí a todos autorización para implantar un sistema de comunicación con sus familiares y la respuesta de algunos fue que lo consultarían con sus hijos. Me costó hacerles ver que eran ellos los que tenían que decidir si querían o no que sus hijos fueran informados. Con todo esto lo que me cuestiono es que quizá les estamos intentando imponer demasiado rápido un modelo que no han elegido. Muchas de las bondades de la AICP, cuando escucho a las personas que de una manera reglada lo están aplicando, son principios que al menos en mi centro hemos tenido siempre dentro de nuestras posibilidades. Estamos en un momento de decisión, de intentar crear una unidad de convivencia o de aplicar la AICP desde nuestro modelo de funcionamiento, cambiando todo aquello que sea posible para llegar a los principios fundamentales del modelo. ¿Si no optamos por la unidad de convivencia no estamos aplicando la AICP? Cualquiera de las auxiliares del centro podría casi a ojos ciegos hacer el mapa de vida de nuestros residentes, sólo hace falta ponerlo por escrito, saben perfectamente sus gustos y sus preferencias y aunque tenemos mucho, mucho que mejorar se intentan respetar. Nuestro centro es un centro pequeño, desde fuera se asemeja más a una casa rural que a una Residencia, hay habitaciones muy personalizadas y si no hay más es porque ellos así lo eligen ¿qué nos diferencia de una Unidad de Convivencia? ¿la ratio de personal? Estamos por encima de lo que se nos exige ¿Quizá que la normativa nos permitiera que pudieran entre otras cosas entrar en la cocina?..... Lo que nos falta por supuesto es que todos estemos formados y sepamos afrontar las dificultades que se nos plantean cuando de verdad atendemos a las personas según sus gustos, preferencias y creencias, eso sí que es un verdadero reto y un verdadero cambio. He tenido últimamente varias conversaciones con Pilar Rodríguez, figura referente en el Modelo, me abruma su entusiasmo, lo admiro, pero intento ser realista y cada mañana cuando entro en mi centro me asaltan las dudas sobre la forma de aplicar la AICP. Me imagino diciéndoles a todos ellos que a partir de ahora ya no se les va a atender como lo hemos venido haciendo, a ellos que como personas mayores son fieles a sus costumbres y reacios a cualquier cambio. El tema económico lo aparcaremos, ya he hablado de este apartado y habría mucho que matizar.
A pesar de mis dudas y mis objeciones estoy empeñada en dar un cambio, tan sólo dudo si ese cambio hay que darlo de una manera o de otra y desde luego doy gracias a mi padre que me enseñó a pensar.