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viernes, 18 de diciembre de 2020

Lo que vivimos

Acabo de terminar mi trabajo y me dirijo a mi casa, con una sensación rara, mezcla de ansiedad y miedo. Soy directora de una residencia, sí, de una de las muchas en las que la COVID-19 entró en marzo. No sé por qué puerta, hay días que hemos hecho muchas conjeturas y nos hemos dejado llevar por el juego cruel de buscar al culpable, como si la persona “cero” de nuestro centro hubiera fabricado el virus. Lo único cierto es que cuando nuestras puertas se cerraron para que no entrara, él había sido más listo y se escondió en algún rincón de nuestro espacio. Hemos tenido miedo, mucho miedo, miedo por nuestros mayores y por qué no decirlo miedo por nosotros mismos y por nuestras familias. Varias compañeras tenían a sus padres mayores, incluso enfermos y tuvieron que irse de su domicilio para protegerles, eso es muy duro. Y empezó la batalla. No teníamos armas ni escudos. Ni siquiera sabíamos a qué nos enfrentábamos. Durante el confinamiento oí una frase que describía muy bien la situación: “todos acertamos la quiniela los lunes”, pero durante todo ese tiempo para nosotros fue domingo. Algunos de nuestros mayores tuvieron décimas de fiebre y durante un tiempo todo fue confuso y contradictorio. Un día una compañera tuvo un ataque de tos, todos minimizamos el episodio culpando a la mascarilla pero lo cierto es que el virus la había elegido a ella y a alguna otra que tuvo más suerte y sus síntomas fueron menos agresivos. Lo ha pasado muy mal, y todas con ella. No me puedo olvidar su tos cuando le llamaba para ver cómo estaba y la sensación que aquello me producía. Todos los días cruzaba los dedos para que nadie tuviera décimas. Lo cierto es que los síntomas de aquellos que lo tuvieron fueron muy leves sin embargo algunos de ellos tuvieron complicaciones y nos dejaron, pero casi sin saber, ni ellos ni nosotros, realmente lo que pasaba. Ninguno de los que falleció lo hizo solo, porque a pesar de no habernos quedado a vivir en el centro todas estábamos allí y puedo decir muy orgullosa que nada de lo que cuentan en los medios de comunicación fue lo que hemos vivido en mi centro. No es mejor quien se encierra con ellos. Nuestros mayores nunca estuvieron solos, estaban con nosotros y nosotros con ellos. Les recordaremos siempre. Estoy en un momento bajo, me está pasando factura todo lo que he vivido, sin descanso, de lunes a domingo las 24 horas. Sin embargo hoy mismo he oído una frase, gracias Ana por recordármelo, “hemos sacado adelante a muchos mayores con la Covid-19 y eso es un éxito de todo el equipo”. También es cierto que muy pocas personas lo reconocen. Eso parece que no importa, porque lo que veo es que nadie habla de lo que se ha luchado y trabajado dentro de los centros para mayores de una manera sana e intensa. Se habla de muertes y miserias pero yo he vivido tristes fallecimientos, eso lo recordaré siempre, pero también he vivido alegrías por cada recuperación, humanidad y cariño. Créanme que durante ese tiempo cada uno de nuestros mayores se convirtió en algo muy nuestro que protegíamos poniendo en riesgo nuestra salud, eso no va en el sueldo. En nuestro centro todo el mundo ha cumplido su labor de una manera intensa pese a todas las batallas que nos ha tocado librar. No teníamos EPIS, no se hacían pruebas y se estigmatizaba a aquellos que tuvimos la desgracia de al cerrar la puerta no ver que dejábamos dentro al “bicho”. Sería injusta si no me acordara de todos los que nos mostraron su apoyo y cariño en esos momentos, ellos saben bien quienes son y se lo agradeceré siempre. Recordaré especialmente con mucho cariño a la abuela de una compañera que nos hizo con bolsas de basura las primeras batas que tuvimos. Solo pido que antes de estigmatizar las residencias, nos paremos a pensar y a reconocer la labor de todos aquellos trabajadores de los centros de mayores y muy especialmente la de Publicado en La Opinión de Zamora el 28 de agosto de 2020