Funcionamiento y reflexiones sobre la vida diaria de una residencia para personas mayores.
Vistas de página en total
domingo, 24 de octubre de 2010
Soluciones no farmacológicas
Tenemos desde hace una semana una nueva residente con un diagnóstico todavía sin confirmar de Alzheimer. Desde el primer día ha despertado en todo el personal una simpatía especial, se rie mucho, canta continuamente y nos da abrazos y besos constantemente. Va con nosotros a todas partes, con las auxiliares de mañana, con las de tarde, incluso se sienta conmigo en el despacho y mientras yo estoy con mis papeles ella me mira y de vez en cuando me habla. Su adaptación, aunque nos de mucho trabajo, está resultando mejor de lo que esperabamos y eso es muy importante para nosotros. Tan solo hemos tenido con ella algún problema por la noche los primeros días, se acostaba y a media noche cuando iba la auxiliar se ponía bastante agresiva. Hablando por la mañana con ella (aún conserva la capacidad de razonamiento) descubrimos que el problema era que no conocía al personal de noche porque ella se acostaba antes de que comenzara el turno, creía que eran brujas y en palabras de ella que "se disfrazaban de nosotras". Decidimos que no se acostara hasta que no entrara el personal del turno de noche para que pudieran hablar con ella un poco y ser ellas quienes la acostaran. No hemos tenido más problemas. Este episodio me sirvió para reflexionar con las auxiliares lo importante que era encontrar estas pequeñas soluciones con los comportamientos de las personas con demencia, no todo se soluciona con tranquilizantes. Es verdad que hemos tenido suerte porque la comunicación con ella aún es posible pero yo estoy convencida que muchas de las alteraciones de estas personas se pueden solucionar encontrando el motivo que las origina, que puede estar delante de nosotros y ser de muy fácil solución.
miércoles, 13 de octubre de 2010
"Amador"
Este fin de semana vi la película “Amador”, me dejó con varias reflexiones. Es la historia de una sudamericana que cuida de un anciano en su casa. La persona que le contrata deja claro que no necesita a nadie con títulos porque para cuidar a su padre no lo cree necesario. El anciano fallece y en un desarrollo un poco surrealista la cuidadora oculta el hecho para poder seguir cobrando su sueldo. La hija no va al domicilio y la comunicación es vía teléfono. No voy a contar el final, se acaba de estrenar y aunque no me pareció una gran película, es muy lenta y adolece de falta de ritmo, merece la pena verla. Una de las reflexiones es la falta de exigencia de formación por parte de quien paga los servicios. No exijo, no tengo que pagar. No sé de memoria la estadística del número de personas sin cualificar realizando este tipo de trabajo tanto en los domicilios como en residencias, pero es muy elevado. Lo que hoy se llama “auxiliar de ayuda a domicilio” es un puesto de trabajo que con mucha frecuencia lo ejercen personas sin ningún tipo de formación, unas veces sale bien y otras es catastrófico. En el caso de algunos centros se les contrata como personal de oficios varios pero ejercen de gerocultoras. La pregunta es ¿quién estafa más, el estafador o el que se deja estafar?
jueves, 7 de octubre de 2010
La familia en las residencias
Ya he comentado aquí la importancia del afecto y el cariño de la familia en el cuidado de la persona mayor, cada día la experiencia me demuestra que son insustituibles. Nosotros les cuidamos y pasamos las 24 horas a su lado pero no somos su familia, ni queremos, ni podemos, ni debemos serlo.
L. es una persona que siempre ha estado contenta y satisfecha aquí, ingresó, ya hace cinco años, recuperándose de una fractura de cadera y con un diagnóstico muy incierto en cuanto a su movilidad, hoy anda perfectamente. Recuerdo una anécdota de cuando ella tan sólo llevaba un año aquí. En todos los centros uno de los caballos de batalla es el tema de las comidas, nunca están contentos y no digamos si la cocinera está de vacaciones y está su sustituta. Tuve un motín general, que la cocinera no les gustaba y que todo estaba muy malo. Tengo que decir que yo como todos los días aquí, compruebo diariamente lo que se come, cómo se cocina y estoy encantada de la variedad y de los menús. Estuve cerca de una hora explicándoles que la sustituta guisaba los menús que la otra cocinera elaboraba y que la comida era igual de buena. No creo que lograra que me entendieran.
Al rato L. apareció en mi despacho y me dijo:
“Vengo a decirle que mañana hará un año que estoy aquí y que yo sí que estoy muy contenta con todo”
Aquella frase en aquel momento me sentó muy bien, me hizo sonreir. Cuando tengo momentos de discrepancia con ellos, recuerdo estas frases, son un bálsamo que me alivia el estres de dialogar con ellos sin que apenas me escuchen ni quieran entenderme.
Hace unos días L., tuvo varios episodios de desorientación y comportamiento anómalo. Nos preocupó bastante e incluso hicimos que la viera el médico por si hubiera sufrido algún ACV (accidente cerebro vascular). De pronto recordé que el día anterior había ido a mi despacho preocupada y me había contado que hacía mucho (una semana) que no veía a su hijo, que estaba segura que le había pasado algo. Hace un tiempo murió un hijo suyo de repente y no lo ha olvidado. Estuve tranquilizándola y diciéndole que no pasaba nada que su hijo habría tenido cosas que hacer. Esa misma tarde comenzó a desorientarse y a no levantar la mirada del suelo. Iba ya a llamar a su hijo cuando este apareció por la puerta. L., se levantó de la silla con una alegría indescriptible y volvió a la realidad, así de sencillo.
Muchas veces estas experiencias hay que vivirlas para creerlas, la fuerza que tiene el vínculo familiar es muy intenso y supera cualquier medicina.
L. es una persona que siempre ha estado contenta y satisfecha aquí, ingresó, ya hace cinco años, recuperándose de una fractura de cadera y con un diagnóstico muy incierto en cuanto a su movilidad, hoy anda perfectamente. Recuerdo una anécdota de cuando ella tan sólo llevaba un año aquí. En todos los centros uno de los caballos de batalla es el tema de las comidas, nunca están contentos y no digamos si la cocinera está de vacaciones y está su sustituta. Tuve un motín general, que la cocinera no les gustaba y que todo estaba muy malo. Tengo que decir que yo como todos los días aquí, compruebo diariamente lo que se come, cómo se cocina y estoy encantada de la variedad y de los menús. Estuve cerca de una hora explicándoles que la sustituta guisaba los menús que la otra cocinera elaboraba y que la comida era igual de buena. No creo que lograra que me entendieran.
Al rato L. apareció en mi despacho y me dijo:
“Vengo a decirle que mañana hará un año que estoy aquí y que yo sí que estoy muy contenta con todo”
Aquella frase en aquel momento me sentó muy bien, me hizo sonreir. Cuando tengo momentos de discrepancia con ellos, recuerdo estas frases, son un bálsamo que me alivia el estres de dialogar con ellos sin que apenas me escuchen ni quieran entenderme.
Hace unos días L., tuvo varios episodios de desorientación y comportamiento anómalo. Nos preocupó bastante e incluso hicimos que la viera el médico por si hubiera sufrido algún ACV (accidente cerebro vascular). De pronto recordé que el día anterior había ido a mi despacho preocupada y me había contado que hacía mucho (una semana) que no veía a su hijo, que estaba segura que le había pasado algo. Hace un tiempo murió un hijo suyo de repente y no lo ha olvidado. Estuve tranquilizándola y diciéndole que no pasaba nada que su hijo habría tenido cosas que hacer. Esa misma tarde comenzó a desorientarse y a no levantar la mirada del suelo. Iba ya a llamar a su hijo cuando este apareció por la puerta. L., se levantó de la silla con una alegría indescriptible y volvió a la realidad, así de sencillo.
Muchas veces estas experiencias hay que vivirlas para creerlas, la fuerza que tiene el vínculo familiar es muy intenso y supera cualquier medicina.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)