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lunes, 3 de mayo de 2010

¿Merece la pena?

Hace tiempo que no escribo en el blog y no por falta de experiencias que contar, algunas incluso que hacen esbozar una sonrisa. Otras vivencias hacen que reflexione sobre el comportamiento humano y que no llegue a entender las formas de vida tan distintas que se pueden dar en las personas. La semana pasada falleció un residente joven. Ingresó en el Centro hace año y medio y en su momento le recomendé que buscara otro tipo de recurso. Sin embargo él insistió en venir aquí. Una residencia de personas mayores tiene una forma de funcionamiento que no puede ser compatible con las necesidades de una persona que no ha cumplido los sesenta, a pesar de tener una minusvalía importante. Nunca estuvo a gusto y eran constantes las divergencias tanto conmigo como con el personal. En una ocasión le pedí que me facilitara el nombre de alguna persona que pudiera responder de él a la hora de tomar alguna decisión si él no podía, su contestación fue “me lo pensaré”. Nunca supuse que estaba cerca ese momento. Ingresó en el hospital y en apenas una semana falleció. Desde el centro tuvimos que organizar su entierro porque su única familia directa era un hermano enfermo que declinó tomar cualquier decisión. Lo que llama la atención de este caso es que era una persona con un patrimonio importante, una suma considerable en el banco y un montón de propiedades. Nosotros éramos desconocedores de su situación financiera, desde el respeto a la privacidad nunca preguntamos. Al enterarnos de esto todos nos hemos hecho la misma pregunta ¿por qué una persona con posibilidades económicas importantes ingresa en una modesta residencia rural donde supuestamente no estaba a gusto? Curiosamente no tenía tampoco gente alrededor dispuesta a heredarle, ni familia ni amigos. No recibía nunca visitas. Es muy probable que nadie pensara que su final podía estar tan cercano. A veces hemos tenido y tenemos residentes que no gastan nada pensando en la herencia de sus hijos o de sus sobrinos. Este hombre no estaba en ese caso. Cuando observo estos comportamientos siempre me pregunto, ¿merece la pena atesorar bienes materiales y económicos a costa de llevar una vida tan pobre? ¿Realmente era feliz de este modo? Nunca lo sabremos.

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