Las personas que trabajamos con mayores institucionalizados acusamos algo que los expertos llaman síndrome de Burnout o quemado. Para quien no conozca este término se define como un tipo de estrés prolongado motivado por la sensación que produce la realización de esfuerzos que no se ven compensados personalmente. Se suele dar en trabajos sociales que implican el trato con personas e importantes exigencias emocionales en la relación interpersonal. Uno de los colectivos más afectado es el del cuidador directo en residencias (gerocultoras o auxiliares) Su trabajo es quizá el más importante, son las personas que asean, dan de comer y atienden en todas sus necesidades al mayor. Es imprescindible que estén implicadas en su cometido pero al mismo tiempo que entiendan que ese mayor al que cuidan no es su familia ni pueden sustituir a las personas queridas por el anciano. Tienen que dar cariño, tienen que tener paciencia pero al mismo tiempo saber que su labor es profesional y que como tal tienen que desempeñarla. Unos de los problemas que yo veo es que ellas mismas no valoran su trabajo, la sociedad también ayuda a ello, es frecuente oír que su trabajo consiste en “limpiar culos”. No es cierto, al menos donde yo trabajo. En mi centro casi todo el personal está implicado de tal modo que son ellas las que presienten cuándo están malos y cuándo necesitan algo. Son observadoras constantes de cualquier rojez que tengan y cuidan para que no se les produzca ninguna escara, tarea que les ha enseñado la enfermera. Si algún mayor tiene prescritos tranquilizantes y ellas constatan que no los necesita son las primeras en comunicárselo al médico para que si es posible no los tomen. Se sienten orgullosas cuando consiguen que un enfermo de alzheimer les responda y les reconozca. Sin embargo también es cierto que tienen días malos y que a veces se sienten menospreciadas y fiscalizadas por el anciano e incluso por mí. Hay veces que no puedo remediar tener que corregir alguna forma de trabajo, es mi labor y no lo entienden siempre. De lo que estoy segura es que con gerocultoras responsables y profesionales un centro funciona y cuando no ocurre eso los problemas son innumerables.
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