Generalizar nunca es bueno pero hay realidades que se constatan a diario. Las personas que ingresan en residencias son quizá las que acusan de forma más patente la ausencia de la familia y sin embargo son las más cuidadas por ella. Muchos ancianos que permanecen en sus domicilios se sienten solos y en realidad lo están, sus familiares mantienen un mínimo contacto, muchas veces telefónico y les basta con saber que están bien, otros ni siquiera eso. Todos somos el resultado de nuestra vida, algunos ancianos están solos porque así lo han decidido o porque nunca se ocuparon de no estarlo. En las residencias ocurre también este hecho pero el mayor vive rodeado de gente de su edad y de personal que le atiende.
¿Qué es entonces la soledad del mayor en un centro? Mi experiencia me dice que es el momento en el que se da cuenta que ya no es el referente de nadie, no se siente útil y no cuentan con él los que antes él cuidaba y atendía. Reclama la presencia de su familia pero nada más que para un rato. Veo con frecuencia como cuando ingresan en los centros tienden a tener una obsesión por seguir controlando aspectos externos a su vida diaria: su casa, sus cuentas, sus pertenencias, etc., aspecto muy positivo porque les hace seguir conectados al mundo. Sin embargo empiezan a acusar el cansancio mental que todo eso les ocasiona, no tienen el pensamiento ágil, les cuesta resolver cualquier percance e incluso magnifican cualquier pequeño contratiempo. En ese momento comienzan a poner en manos de sus hijos todos esos aspectos para llegar a un estado a veces de total indiferencia. No les importa el dinero tienen, no quieren saber de problemas y quieren que su vida sea plana y rutinaria. Necesitan de la presencia de su familia pero en cortos períodos de tiempo y siempre para que satisfaga sus caprichos. Les cuesta incluso hacer salidas a casa de sus hijos. En realidad son dueños de su soledad.
¿Alguna vez te has encontrado con que un familiar ha intentado incapacitar a algún residente de tu centro para poder acceder a sus bienes?
ResponderEliminarYa lo dijo Gabriel García Márquez: "el secreto de una buena vejez no es otra cosa que un pacto honrado con la soledad".
ResponderEliminarElvira, nunca me he encontrado en esa situación. De todos modos la ley protege al incapaz y aunque un familiar intentara hacer algo así, el juez vigila su patrimonio. El tutor debe rendir cuentas anualmente y justificar los gastos y movimientos realizados.
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