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viernes, 26 de febrero de 2010

MI LABOR

¡Qué duro es dirigir a personas que trabajan con personas! Hoy estoy especialmente saturada. Cuando diriges un pequeño centro tienes que hacer el papel de todo, desde encargarte de los suministros hasta los de continua supervisión, eso implica que todos los días tienes que corregir descuidos voluntarios o involuntarios. Las personas confundimos lo que es decirle a alguien que algo no está correcto, sin entrar a valorar por qué, con lo que se llama "bronca". Si das confianza malo y si te pones en plan distante también. La dinámica de trabajo de una residencia exige que todo el personal sea muy responsable y extremadamente cuidadoso y eso exige continua supervisión. Si veo una habitación con algo sucio tengo forzosamente que recordarle a la persona que lo ha limpiado que repase su trabajo, es mi labor. Si una gerocultora olvida cortar uñas cuando corresponde tengo que ordenarle que lo haga, es mi labor. Si el material del centro se está despilfarrando hay que recordar que lo que se malgasta va en detrimento de todos, es mi labor. Y qué decir de los horarios de trabajo ¡nadie está contento nunca ! Me rompo la cabeza intentando contentar a todo el mundo y casi que se los mandaría por correo para no ver las caras pero es mi labor. Dejaré de quejarme y os contaré que ayer me emocioné con una señora que acababa de perder a su marido. Se lo dije estando sus sobrinos delante y quería que ellos no se marchasen para no quedarse sola, como tenían que irse me miró y me dijo: "no se marche usted". Ese momento me reconforta y me recuerda que MI LABOR tiene sentido.

martes, 23 de febrero de 2010

Un día lluvioso

Hoy llueve y hace viento. En la Residencia todos acusamos este mal tiempo, estamos un poco irascibles y poco comunicativos. Ayer tuve una conversación con la terapeuta ocupacional sobre la baja participación de los ancianos en sus clases y actividades. La media de edad es muy alta, hay muchos de ellos que apenas saben leer ni escribir y es normal su desinterés  aunque intentemos que adopten otra actitud. Si una persona no ha leído nunca, ahora que no tiene vista ¿pretendemos que lo haga?, si la línea más larga que ha escrito es su nombre ¿vamos a hacer que nos escriba una carta? Si las únicas noticias que ha seguido con interés eran las de su propia calle ¿vamos a hacer que siga el debate del estado de la nación? A mi muchos días me aterra pensar que soy la persona que decide lo que comen, lo que cenan, cómo se les lava, cómo se cuida su ropa, las normas, los horarios...... ¿quién soy yo para decidir su vida? Sólo falta que les obligue a emplear su tiempo escribiendo o leyendo si no lo quieren hacer. Ya se lo bueno que es mantenerles activos, que trabajen con su cabeza pero también se que lo que se hace obligado no tiene el mismo resultado que lo que se hace con ganas. El fallo es nuestro por no saber atraer su interés,  tenemos que aprender a hacerlo.

jueves, 18 de febrero de 2010

Habitaciones dobles

Uno de los conflictos más frecuentes entre los residentes se origina en las habitaciones dobles. Se quejan porque la compañera o el compañero enciende la luz, porque no habla o porque habla demasiado, por cualquier menudencia que ocurra. He tenido que intervenir en innumerables ocasiones y he cambiado habitaciones para intentar encontrar una relativa armonía. Muchas veces me he parado a pensar lo que ocurriría si a mis ochenta años me pusieran a convivir con una extraña que puede caerme bien o mal y con la que puedo no tener absolutamente nada en común, supongo que la más regruñona de los residentes de mi centro sería un angelito a mi lado. No me gustan las habitaciones dobles y no digamos ya las triples que en algunos centros he visto, soy consciente de que tienen que existir por cuestiones económicas y de espacio pero no es la opción que yo elegiría. Las personas con demencia no tienen problemas e incluso puede ser beneficioso que estén acompañadas, pero el resto no. Casi todos en un momento determinado expresan de un modo u otro lo bien que estarían sin compañía en la habitación, con su espacio totalmente privado y con un baño no compartido. Uno de los temas que también me preocupa es la falta de intimidad que hay en las residencias y que el tener habitaciones dobles potencia. Ellos no son conscientes pero es así. Las gerocultoras entran a duchar a una de las personas y no le pueden decir a la otra que salga de la habitación, al fin y al cabo es también suya. Los que están en habitaciones individuales tienen mucho más sentido de propiedad de su espacio que el resto, es su lugar y no lo comparten con nadie.¡ Iré pidiendo habitación individual!

miércoles, 17 de febrero de 2010

El adios

Llevamos unos días en el centro con un sentimiento de tristeza. La residencia se abrió hace ya más de ocho años y el primer residente estuvo un mes sólo él. Me contó una vez el primer director que como era diciembre y no tenía mucho sentido tener al personal para una sola persona en Navidades no sabía cómo decirle si iba a irse unos días a su casa que conservaba cerrada. Él mismo debió pensarlo y se fue a pasar las vacaciones con sus hijos. Ha estado estos años saliendo a diario a jugar su partida al club de jubilados del pueblo y a vigilar su casa. Ha sido un referente, el primer residente que pisó el centro, con el añadido de ser del propio pueblo y que ha vivido toda su vida allí. A lo largo de estos años hemos mantenido una relación cordial, se ha enfadado varias veces conmigo por no darle la razón cuando él creía que la tenía, ya su pensamiento era poco flexible al dialogo, pero ha tenido siempre su lugar destacado entre nosotros. Hace un mes comenzó su declive físico final, ya no anda, apenas come, su cara se ha afilado y no mantiene la consciencia más allá de algunos ratos puntuales. Esta mañana le pregunté que si sabía quién era yo y me llamó por mi nombre. Sé que le queda poco tiempo, le miro todos los días y veo en él un ser indefenso que con mucha frecuencia llora y quiere ver a su madre. Alguien me dijo una vez que cuando estamos a punto de morir nuestro pensamiento se centra en la figura materna y he constatado muchas veces que es así. No me acostumbro a las muertes de los residentes, no suelo llorar porque he aprendido que hay que separar lo profesional de los sentimientos aunque alguna vez me han podido las emociones, pero sé que cuando L… se vaya, el centro se quedará un poco vacio, que siempre que pase por su habitación le veré sentado leyendo, que cuando tenga que anotar su baja lo haré con mucha nostalgia y que recordaré siempre su sonrisa picarona.

martes, 16 de febrero de 2010

Hablando del personal

Las personas que trabajamos con mayores institucionalizados acusamos algo que los expertos llaman síndrome de Burnout o quemado. Para quien no conozca este término se define como un tipo de estrés prolongado motivado por la sensación que produce la realización de esfuerzos que no se ven compensados personalmente. Se suele dar en trabajos sociales que implican el trato con personas e importantes exigencias emocionales en la relación interpersonal. Uno de los colectivos más afectado es el del cuidador directo en residencias (gerocultoras o auxiliares) Su trabajo es quizá el más importante, son las personas que asean, dan de comer y atienden en todas sus necesidades al mayor. Es imprescindible que estén implicadas en su cometido pero al mismo tiempo que entiendan que ese mayor al que cuidan no es su familia ni pueden sustituir a las personas queridas por el anciano. Tienen que dar cariño, tienen que tener paciencia pero al mismo tiempo saber que su labor es profesional y que como tal tienen que desempeñarla. Unos de los problemas que yo veo es que ellas mismas no valoran su trabajo, la sociedad también ayuda a ello, es frecuente oír que su trabajo consiste en “limpiar culos”. No es cierto, al menos donde yo trabajo. En mi centro casi todo el personal está implicado de tal modo que son ellas las que presienten cuándo están malos y cuándo necesitan algo. Son observadoras constantes de cualquier rojez que tengan y cuidan para que no se les produzca ninguna escara, tarea que les ha enseñado la enfermera. Si algún mayor tiene prescritos tranquilizantes y ellas constatan que no los necesita son las primeras en comunicárselo al médico para que si es posible no los tomen. Se sienten orgullosas cuando consiguen que un enfermo de alzheimer les responda y les reconozca. Sin embargo también es cierto que tienen días malos y que a veces se sienten menospreciadas y fiscalizadas por el anciano e incluso por mí. Hay veces que no puedo remediar tener que corregir alguna forma de trabajo, es mi labor y no lo entienden siempre. De lo que estoy segura es que con gerocultoras responsables y profesionales un centro funciona y cuando no ocurre eso los problemas son innumerables.

lunes, 15 de febrero de 2010

La soledad

Generalizar nunca es bueno pero hay realidades que se constatan a diario. Las personas que ingresan en residencias son quizá las que acusan de forma más patente la ausencia de la familia y sin embargo son las más cuidadas por ella. Muchos ancianos que permanecen en sus domicilios se sienten solos y en realidad lo están, sus familiares mantienen un mínimo contacto, muchas veces telefónico y les basta con saber que están bien, otros ni siquiera eso. Todos somos el resultado de nuestra vida, algunos ancianos están solos porque así lo han decidido o porque nunca se ocuparon de no estarlo. En las residencias ocurre también este hecho pero el mayor vive rodeado de gente de su edad y de personal que le atiende.


¿Qué es entonces la soledad del mayor en un centro? Mi experiencia me dice que es el momento en el que se da cuenta que ya no es el referente de nadie, no se siente útil y no cuentan con él los que antes él cuidaba y atendía. Reclama la presencia de su familia pero nada más que para un rato. Veo con frecuencia como cuando ingresan en los centros tienden a tener una obsesión por seguir controlando aspectos externos a su vida diaria: su casa, sus cuentas, sus pertenencias, etc., aspecto muy positivo porque les hace seguir conectados al mundo. Sin embargo empiezan a acusar el cansancio mental que todo eso les ocasiona, no tienen el pensamiento ágil, les cuesta resolver cualquier percance e incluso magnifican cualquier pequeño contratiempo. En ese momento comienzan a poner en manos de sus hijos todos esos aspectos para llegar a un estado a veces de total indiferencia. No les importa el dinero tienen, no quieren saber de problemas y quieren que su vida sea plana y rutinaria. Necesitan de la presencia de su familia pero en cortos períodos de tiempo y siempre para que satisfaga sus caprichos. Les cuesta incluso hacer salidas a casa de sus hijos. En realidad son dueños de su soledad.

jueves, 11 de febrero de 2010

Precio de las residencias

Todos pensamos que las residencias son muy caras. No es tan cierto, todo depende del análisis que realizemos de sus prestaciones. Es verdad que como en todos los aspectos de este tema hay una gran variedad de tipos de residencias. Si calculamos un precio medio (en unos casos será más y en otros menos) de 1200€ por residente, serían 40€ diarios . ¿Qué hotel cuesta 40€ diarios con pensión completa, lavado y planchado de ropa, cuidados especiales, etc?

miércoles, 10 de febrero de 2010

Las residencias en los medios de comunicación

Hace poco el programa "Diario de" de Mercedes Milá realizó un reportaje titulado "Diario de ancianos maltratados". En él se reflejaban las negligencias de lo que llamaban una residencia en Cataluña, en Castilla nosotros lo llamaríamos un piso tutelado. Contaba con la participación de un experto en Gerontología, el presidente de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología. Mi impresión fue de repulsa hacia la manipulación que la periodista hacía tanto de las opiniones del experto como de lo que acontecía en aquel centro. Había cuestiones intolerables pero otras se manipulaban e inducían a error a las personas profanas en el tema. Pongo algunos ejemplos. La periodista aseguraba con toda rotundidad que la normativa recogía que por cada diez ancianos había que tener una auxiliar. Pues bien esto no es tan matemático. Cada comunidad autónoma tiene su propia reglamentación. En Castilla León por ejemplo se diferencian los ancianos en tres grados, válidos, asistidos en grado I y asistidos en grado II. En función del número de cada uno de ellos se calcula la ratio de personal. En una residencia de algo más de 30 con la mitad de ellos asistidos la normativa marca 3 JORNADAS de una auxiliar entre mañana y tarde. Esto quiere decir que se pueden tener 2 auxiliares de mañana y 1 de tarde o 1 de mañana y 2 de tarde o bien cualquier combinación que de ese resultado. Como veis no es una auxiliar cada diez ancianos en todos los turnos. Otra cosa que me llamó la atención es que confundió lo que es pinchar a dos personas con una misma lanceta para hacer una glucemia, cosa intolerable, con pincharles con distinta lanceta pero medidos con el mismo aparato. Con esto quiero señalar que los medios de comunicación en algunos casos buscan el sensacionalismo y confunden al espectador que tranquilamente en su casa contempla el programa. No realizan de verdad una investigación, simplemente van a lo fácil. Hay un montón de residencias en España y la inmensa mayoría cumplen con la ley. Los medios de comunicación tampoco distinguen que hay muchas clases de residencias: rurales, grandes centros, semihospitales, psicogeriátricos, etc. y que cada una de ellas tiene su espacio, cumplen su papel y satisfacen las expectativas del mayor. La diferencia entre ellas es muchas veces económica. Si yo pago 2000€ recibiré más servicios que si pago 1000 pero eso no querrá decir que la de 1000 sea una mala residencia, será más pequeña, tendré menos servicios extras pero estaré igual de bien cuidada.

Anédocta

Hace un tiempo un residente solicitó que le viera el médico porque decía que no le sentaba bien el "Almax" en sobre que le había recetado para las molestias gástricas. Cuando el médico le preguntó el por qué de su malestar, él muy serio contesto:

"Mire usted doctor, el otro día se me cayó un poco del medicamento en el pantalón y no se ha quitado la mancha. Si esto hace con mi pantalón qué no hará con mi estómago, seguro que también deja mancha"

¡Y tan contento que se quedó con su razonamiento!

martes, 9 de febrero de 2010

El sentido de culpabilidad de las familias

He visto que Elvira se ha sorprendido del comentario que he hecho del sentido de culpabilidad de las familias, es probable que no me haya expresado bien. Te lo explicaré en primera persona, diciendote lo que yo sentí cuando tuve que ingresar a mi padre.
Cuando llevamos a un familiar a un Centro, no siempre estamos convencidos de que es lo mejor para él, y lo que es peor, en muchos casos el mayor no desea ir. En un porcentaje muy alto de casos es la solución mejor para su cuidado, lo sabemos, pero nos sentimos mal por no poder darle esos cuidados en su propia casa. Cuando le dejamos en la residencia nos invade el sentido de culpabilidad que se transforma en un afán constante de supervisión hacia la labor del personal. Nos mostramos dubitativos con la elección que hacemos del tipo de centro, pensamos que no le van a cuidar bien e incluso exigimos cosas imposibles. Durante el período de adaptación estamos pendientes de todo, de lo importante y de lo menos importante y manifestamos nuestras quejas incluso con impaciencia.
Esa fase pasa cuando nos damos cuenta de que las cosas son mucho más sencillas de lo que pensamos, que el cuidado de nuestro mayor exige profesionalización y que las personas que lo atienden tienen hacia él cariño y cuidado. A partir de ese momento nos sentimos mejor y comenzamos como familia a relajarnos y a colaborar en su cuidado.

Comenzando y haciendo memoria

Siempre me ha gustado escribir e incluso he publicado en alguna revista, sin embargo mi trabajo actual me lleva mucho tiempo y tengo abandonada esa faceta de mi vida. Llevo un tiempo queriendo dejar de alguna manera plasmados mis momentos buenos y malos en mi profesión. Por un lado creo que si alguien los lee puede sentirse identificado y por otro simplemente quiero obligarme a recapacitar sobre muchas cosas importantes que vivo a diario.
Hace cinco años acepté la tarea de dirigir una pequeña residencia geriátrica en un pueblecito de Castilla. Recuerdo que mi primer día ya fue accidentado, nevaba y la carretera estaba impracticable pero mi ilusión por comenzar hizo que llegara sin preocuparme de nada más.

Mi llegada fue acogida con mucha expectación tanto de los residentes como de los trabajadores, me imagino que muchos de ellos pensaban quién sería la persona que les iba a "mandar". Yo en el fondo estaba asustada, no sabía por donde comenzar y me dediqué a explorar todos los rincones del Centro. Lo primero que hice fue colocar una fotografía de mi padre en mi despacho. Era una foto realizada tres días antes de su muerte en una residencia. Mi pensamiento fue: "voy a intentar hacer lo que hicieron bueno contigo y a evitar lo que no me gustó". El Centro era bonito, luminoso y con mucho espacio pero en aquel momento transmitía mucho desorden y caos. La ropa de los residentes se secaba en los pasamanos de los pasillos, la razón era una cuestión de comodidad del personal, lavaban por la noche, la ponían a secar y por la mañana se la volvían a colocar a los residentes, de este modo no hacía falta colocarla en los armarios. Mi primera orden fue la de prohibir terminantemente esta cuestión. Más de una debió pensar. "ya llegó la pija de turno". Los residentes me miraban de arriba a abajo y en ese momento entendí que mi labor no iba a ser nada fácil, ante mí tenía cuatro frentes con intereses totalmente distintos. Por un lado los residentes, los personajes más importantes de esta obra, con sus frustraciones, su historia pasada, sus necesidades afectivas, su tiranía y siempre protestando por todo. En otro extremo las cuidadoras, nunca satisfechas con su trabajo, sin saber valorar su labor y siempre protestando por todo. En medio las familias, intentando camuflar su sentido de culpabilidad y siempre protestando por todo. Por último estaba quien me contrataba que no protestaba por todo pero a quien tendría que rendir cuentas. Así comenzó mi andadura.