Hoy termina un año, solo deseo que 2011 sea un año bondadoso con todos nosotros.
FELIZ AÑO NUEVO
Funcionamiento y reflexiones sobre la vida diaria de una residencia para personas mayores.
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viernes, 31 de diciembre de 2010
domingo, 28 de noviembre de 2010
Deshidratación
Hace unos días tuve la oportunidad de cambiar impresiones con un geriatra del País Vasco. Estuvimos hablando del tema de las personas mayores en los hospitales. Con demasiada frecuencia los familiares se quejan de que cuando han sido ingresados se les ha dicho que llegaban deshidratados y nos lo transmiten en forma de queja hacia los cuidados de la Residencia. Lo que no se les explica a esos familiares por parte del hospital que una persona mayor aquejada de cualquier proceso agudo en cuestión de horas manifiesta ya síntomas de deshidratación. Tanto es así que muchas veces se produce en el tiempo que media entre la salida del Centro y la llegada al hospital.
El tema de la ingesta de líquidos en nuestros residentes es para nosotros un tema primordial, de forma pautada hacemos beber agua o zumo fuera de las horas de comida y nuestro trabajo nos cuesta. Algunos de nuestros residentes aprenden cuál es el diurético que se les está dando y con el fin de evitar la incontinencia ocultan la pastilla para no tomarla. No entienden que cuando toman el medicamento disminuye la cantidad de líquido que circula por los vasos sanguíneos ayudando a disminuir la tensión arterial y el esfuerzo que necesita el corazón para bombear la sangre por todo el organismo.
La Sociedad Española de Geriatría y Gerontología (SEGG) tiene elaborado un documento consenso sobre Pautas de hidratación con bebidas con sales minerales para las personas mayores.
Sus recomendaciones generales son:
• Beber diariamente una ingesta adecuada de líquidos (mínimo 2 litros/día), fundamentalmente agua y otro tipo de bebidas y alimentos con alto porcentaje de agua que facilitan el cumplimiento de ingesta de líquidos.
• Ante ciertas situaciones se debe aumentar la ingesta total diaria pudiendo llegar a ser superior a 3 litros (estrés, ejercicio físico, condiciones ambientales, aumento de la temperatura corporal, vómitos, diarrea…).
• La ingesta deberá ser gradual, siendo mayor por la mañana y media tarde, para disminuir la frecuencia de micciones nocturnas.
• Es muy aconsejable ingerir 1-2 vasos de agua al levantarse, pues produce un efecto peristáltico y evita el estreñimiento.
• En cada comida principal, se deberá tomar un vaso de agua, ya que facilita la ingestión de sólidos. Se deben evitar cantidades superiores, pues producen saciedad por el llenado gástrico.
• El resto de líquidos se deberá repartir en los periodos entre comidas.
• La ingesta de líquidos debe ser variada y puede provenir de alimentos (frutas, verduras, caldos,...) o bebidas (agua, zumos, infusiones, refrescos, bebidas con sales minerales...).
• Sólo se debe reducir la ingesta o tipo de líquidos por indicación médica
• La temperatura del líquido ingerido debe estar entre 11º C y 14º C.
• Los sabores variados favorecen la ingesta adecuada de líquido.
En nuestro Centro tenemos constatada la importancia que tiene que la persona mayor esté concienciada de los beneficios de los líquidos en su vida diaria y que su incontinencia no sea un obstáculo para su ingesta.
El tema de la ingesta de líquidos en nuestros residentes es para nosotros un tema primordial, de forma pautada hacemos beber agua o zumo fuera de las horas de comida y nuestro trabajo nos cuesta. Algunos de nuestros residentes aprenden cuál es el diurético que se les está dando y con el fin de evitar la incontinencia ocultan la pastilla para no tomarla. No entienden que cuando toman el medicamento disminuye la cantidad de líquido que circula por los vasos sanguíneos ayudando a disminuir la tensión arterial y el esfuerzo que necesita el corazón para bombear la sangre por todo el organismo.
La Sociedad Española de Geriatría y Gerontología (SEGG) tiene elaborado un documento consenso sobre Pautas de hidratación con bebidas con sales minerales para las personas mayores.
Sus recomendaciones generales son:
• Beber diariamente una ingesta adecuada de líquidos (mínimo 2 litros/día), fundamentalmente agua y otro tipo de bebidas y alimentos con alto porcentaje de agua que facilitan el cumplimiento de ingesta de líquidos.
• Ante ciertas situaciones se debe aumentar la ingesta total diaria pudiendo llegar a ser superior a 3 litros (estrés, ejercicio físico, condiciones ambientales, aumento de la temperatura corporal, vómitos, diarrea…).
• La ingesta deberá ser gradual, siendo mayor por la mañana y media tarde, para disminuir la frecuencia de micciones nocturnas.
• Es muy aconsejable ingerir 1-2 vasos de agua al levantarse, pues produce un efecto peristáltico y evita el estreñimiento.
• En cada comida principal, se deberá tomar un vaso de agua, ya que facilita la ingestión de sólidos. Se deben evitar cantidades superiores, pues producen saciedad por el llenado gástrico.
• El resto de líquidos se deberá repartir en los periodos entre comidas.
• La ingesta de líquidos debe ser variada y puede provenir de alimentos (frutas, verduras, caldos,...) o bebidas (agua, zumos, infusiones, refrescos, bebidas con sales minerales...).
• Sólo se debe reducir la ingesta o tipo de líquidos por indicación médica
• La temperatura del líquido ingerido debe estar entre 11º C y 14º C.
• Los sabores variados favorecen la ingesta adecuada de líquido.
En nuestro Centro tenemos constatada la importancia que tiene que la persona mayor esté concienciada de los beneficios de los líquidos en su vida diaria y que su incontinencia no sea un obstáculo para su ingesta.
jueves, 11 de noviembre de 2010
Lo que ven las familias
Hoy vengo disgustada de mi trabajo. Hemos tenido un nuevo ingreso y la ley de Murphy se ha cumplido. Hace días hicimos cambios para acoplar a los nuevos residentes y su habitación quedó cerrada desde el sábado pasado. Nadie se percató que no funcionaba la luz del baño, ni la general ni la del espejo. También es verdad que hay personal que aunque lo vea ni lo percibe. Ayer notamos que el Centro estaba un poco más frío de lo normal, hablé con el servicio de la calefacción y me comentaron que habría que poner más horas ya de calor y que pasarían por la tarde, no lo hicieron. Esta mañana no había agua caliente ni calefacción, avisé inmediatamente para que acudieran con urgencia. A media mañana se hizo el ingreso y cuando ya llevaban un tiempo en la Residencia, la familia vino muy enfadada a mi despacho y me preguntó si teníamos calefacción, les expliqué la incidencia y para mi asombro no me creían, dudaban que tuviéramos calefacción en el edificio, que varios residentes les habían comentado que no. Me sentí mal, el año pasado hicimos un gasto enorme en combustible, tuvimos una temperatura exagerada y aún así hubo algún residente que protestaba. Esta situación me supera. Las familias aceptan como verdadero lo que cualquier residente les cuenta creyendo que nosotros les vamos a engañar siempre. Del mismo modo continuamente tenemos alguno que se autoproclama líder y toma como fin de su vida informar a los familiares de las incidencias de todos y casi siempre con verdades a medias o incluso situaciones fabuladas, es curioso porque suele ser alguien poco tolerante con los que están peor y que no les aguanta ni pasa ni un segundo con ellos, pero eso sí, para la familia es el cuidador principal de todo el Centro y le buscan para enterarse de lo que “supuestamente” nosotros no les contamos. Esta tarde hablé otra vez con la familia, ya estaba el técnico arreglando el problema y les trasladé mi malestar por haber dudado de nuestra palabra. Y cuando digo la nuestra, lo digo porque aparte de hablar conmigo fueron preguntando a todo el personal que estaba esta mañana si había o no calefacción, supongo que intentando que alguien dijera que no. Ellos me decían que perdonara pero que en la televisión salen muchas residencias con “cuestiones raras” y que ellos no les habían llevado a otra que habían visitado y que les parecía un “hotel de cinco estrellas” porque la nuestra era más asequible de precio. En ese momento me sentí todavía peor, yo dirijo un centro pequeño, rural, donde no se escatima el gasto necesario para garantizar una calidad real y superior a la de otros centros donde se cobra por todo, no pretendemos ser un hotel de cinco estrellas. Los que trabajamos allí gastamos mucho tiempo que robamos a nuestras familias en formarnos y mejorar cada día. A veces me pregunto si no sería mejor cobrar 200€ más a cada uno de ellos y adornar nuestro servicio de todo aquello que hace que unos sean “hoteles de cinco estrellas” y otros seamos sospechosos por ser más económicos.
miércoles, 10 de noviembre de 2010
La importancia de los protocolos
Estos días ando muy atareada modificando protocolos e intentando simplificar y clarificar todo el día a día del Centro. A veces me desespero, dejo escrito todo un compendio para realizar de una manera uniforme cualquier tarea y de pronto alguien deja de cumplirlo sin razón alguna, y cuando me quiero dar cuenta se ha dejado de lado el protocolo. De pronto alguien me comenta que está cumpliendo algo que hemos estipulado e incluso consensuado, pero que la persona de otro turno no lo hace y que se están originando problemas. A veces no se entiende de una manera clara que todos debemos realizar las tareas del mismo modo y en el mismo tiempo. Es curioso que los residentes jueguen con nosotros y consigan sus caprichos, muchas veces por no cumplirse los protocolos o los acuerdos para realizar las tareas con ellos. Hace unos días se nos planteó el problema con una señora que dependiendo de la gerocultora que estuviera quería que se la desvistiera o vistiera, se le pusiera el pañal de incontinencia, y que a las 3 de la mañana se fuera a su habitación a levantarla para ir al baño. La señora es válida y con un nivel cognitivo normal. Decidí hablarlo con ella y su razonamiento era que sus hijos habían decidido que ella ingresara porque necesitaba ayuda y que si algunas gerocultoras habían hecho con ella esas tareas, por qué ahora no. No valía de nada mi argumento de explicarle que debía hacer ella sola las actividades de la vida diaria mientras pudiera, que eso iba en su propio beneficio. A veces las gerocultoras les comentan a los residentes, que si quieren que se les ayude en todo les tendremos que cambiar de grado de asistencia y que eso conlleva un aumento en el precio. En algunos surge el efecto deseado pero en otros al contrario, terminan diciendo que si hay que cobrarles más que lo hagamos. En algunos casos la gerocultora se siente presionada o tiene la sensación, que si no hace algo, aunque sepa que no debe, se va a sentir mal. En otros quiere ser la “buena” de la película y consigue al final el malestar con sus compañeras. En los próximos días vamos a reunirnos para sentar unos sólidos principios o acuerdos de actuación, y dejar por escrito todas las tareas que debemos hacer con cada uno de ellos, con el convencimiento que podemos hacerlo porque son pocos, pero aún así es una labor que nos va a llevar mucho tiempo. El compromiso es que se cumpla tal y como lo acordemos. Dentro de unos meses veremos el resultado.
domingo, 24 de octubre de 2010
Soluciones no farmacológicas
Tenemos desde hace una semana una nueva residente con un diagnóstico todavía sin confirmar de Alzheimer. Desde el primer día ha despertado en todo el personal una simpatía especial, se rie mucho, canta continuamente y nos da abrazos y besos constantemente. Va con nosotros a todas partes, con las auxiliares de mañana, con las de tarde, incluso se sienta conmigo en el despacho y mientras yo estoy con mis papeles ella me mira y de vez en cuando me habla. Su adaptación, aunque nos de mucho trabajo, está resultando mejor de lo que esperabamos y eso es muy importante para nosotros. Tan solo hemos tenido con ella algún problema por la noche los primeros días, se acostaba y a media noche cuando iba la auxiliar se ponía bastante agresiva. Hablando por la mañana con ella (aún conserva la capacidad de razonamiento) descubrimos que el problema era que no conocía al personal de noche porque ella se acostaba antes de que comenzara el turno, creía que eran brujas y en palabras de ella que "se disfrazaban de nosotras". Decidimos que no se acostara hasta que no entrara el personal del turno de noche para que pudieran hablar con ella un poco y ser ellas quienes la acostaran. No hemos tenido más problemas. Este episodio me sirvió para reflexionar con las auxiliares lo importante que era encontrar estas pequeñas soluciones con los comportamientos de las personas con demencia, no todo se soluciona con tranquilizantes. Es verdad que hemos tenido suerte porque la comunicación con ella aún es posible pero yo estoy convencida que muchas de las alteraciones de estas personas se pueden solucionar encontrando el motivo que las origina, que puede estar delante de nosotros y ser de muy fácil solución.
miércoles, 13 de octubre de 2010
"Amador"
Este fin de semana vi la película “Amador”, me dejó con varias reflexiones. Es la historia de una sudamericana que cuida de un anciano en su casa. La persona que le contrata deja claro que no necesita a nadie con títulos porque para cuidar a su padre no lo cree necesario. El anciano fallece y en un desarrollo un poco surrealista la cuidadora oculta el hecho para poder seguir cobrando su sueldo. La hija no va al domicilio y la comunicación es vía teléfono. No voy a contar el final, se acaba de estrenar y aunque no me pareció una gran película, es muy lenta y adolece de falta de ritmo, merece la pena verla. Una de las reflexiones es la falta de exigencia de formación por parte de quien paga los servicios. No exijo, no tengo que pagar. No sé de memoria la estadística del número de personas sin cualificar realizando este tipo de trabajo tanto en los domicilios como en residencias, pero es muy elevado. Lo que hoy se llama “auxiliar de ayuda a domicilio” es un puesto de trabajo que con mucha frecuencia lo ejercen personas sin ningún tipo de formación, unas veces sale bien y otras es catastrófico. En el caso de algunos centros se les contrata como personal de oficios varios pero ejercen de gerocultoras. La pregunta es ¿quién estafa más, el estafador o el que se deja estafar?
jueves, 7 de octubre de 2010
La familia en las residencias
Ya he comentado aquí la importancia del afecto y el cariño de la familia en el cuidado de la persona mayor, cada día la experiencia me demuestra que son insustituibles. Nosotros les cuidamos y pasamos las 24 horas a su lado pero no somos su familia, ni queremos, ni podemos, ni debemos serlo.
L. es una persona que siempre ha estado contenta y satisfecha aquí, ingresó, ya hace cinco años, recuperándose de una fractura de cadera y con un diagnóstico muy incierto en cuanto a su movilidad, hoy anda perfectamente. Recuerdo una anécdota de cuando ella tan sólo llevaba un año aquí. En todos los centros uno de los caballos de batalla es el tema de las comidas, nunca están contentos y no digamos si la cocinera está de vacaciones y está su sustituta. Tuve un motín general, que la cocinera no les gustaba y que todo estaba muy malo. Tengo que decir que yo como todos los días aquí, compruebo diariamente lo que se come, cómo se cocina y estoy encantada de la variedad y de los menús. Estuve cerca de una hora explicándoles que la sustituta guisaba los menús que la otra cocinera elaboraba y que la comida era igual de buena. No creo que lograra que me entendieran.
Al rato L. apareció en mi despacho y me dijo:
“Vengo a decirle que mañana hará un año que estoy aquí y que yo sí que estoy muy contenta con todo”
Aquella frase en aquel momento me sentó muy bien, me hizo sonreir. Cuando tengo momentos de discrepancia con ellos, recuerdo estas frases, son un bálsamo que me alivia el estres de dialogar con ellos sin que apenas me escuchen ni quieran entenderme.
Hace unos días L., tuvo varios episodios de desorientación y comportamiento anómalo. Nos preocupó bastante e incluso hicimos que la viera el médico por si hubiera sufrido algún ACV (accidente cerebro vascular). De pronto recordé que el día anterior había ido a mi despacho preocupada y me había contado que hacía mucho (una semana) que no veía a su hijo, que estaba segura que le había pasado algo. Hace un tiempo murió un hijo suyo de repente y no lo ha olvidado. Estuve tranquilizándola y diciéndole que no pasaba nada que su hijo habría tenido cosas que hacer. Esa misma tarde comenzó a desorientarse y a no levantar la mirada del suelo. Iba ya a llamar a su hijo cuando este apareció por la puerta. L., se levantó de la silla con una alegría indescriptible y volvió a la realidad, así de sencillo.
Muchas veces estas experiencias hay que vivirlas para creerlas, la fuerza que tiene el vínculo familiar es muy intenso y supera cualquier medicina.
L. es una persona que siempre ha estado contenta y satisfecha aquí, ingresó, ya hace cinco años, recuperándose de una fractura de cadera y con un diagnóstico muy incierto en cuanto a su movilidad, hoy anda perfectamente. Recuerdo una anécdota de cuando ella tan sólo llevaba un año aquí. En todos los centros uno de los caballos de batalla es el tema de las comidas, nunca están contentos y no digamos si la cocinera está de vacaciones y está su sustituta. Tuve un motín general, que la cocinera no les gustaba y que todo estaba muy malo. Tengo que decir que yo como todos los días aquí, compruebo diariamente lo que se come, cómo se cocina y estoy encantada de la variedad y de los menús. Estuve cerca de una hora explicándoles que la sustituta guisaba los menús que la otra cocinera elaboraba y que la comida era igual de buena. No creo que lograra que me entendieran.
Al rato L. apareció en mi despacho y me dijo:
“Vengo a decirle que mañana hará un año que estoy aquí y que yo sí que estoy muy contenta con todo”
Aquella frase en aquel momento me sentó muy bien, me hizo sonreir. Cuando tengo momentos de discrepancia con ellos, recuerdo estas frases, son un bálsamo que me alivia el estres de dialogar con ellos sin que apenas me escuchen ni quieran entenderme.
Hace unos días L., tuvo varios episodios de desorientación y comportamiento anómalo. Nos preocupó bastante e incluso hicimos que la viera el médico por si hubiera sufrido algún ACV (accidente cerebro vascular). De pronto recordé que el día anterior había ido a mi despacho preocupada y me había contado que hacía mucho (una semana) que no veía a su hijo, que estaba segura que le había pasado algo. Hace un tiempo murió un hijo suyo de repente y no lo ha olvidado. Estuve tranquilizándola y diciéndole que no pasaba nada que su hijo habría tenido cosas que hacer. Esa misma tarde comenzó a desorientarse y a no levantar la mirada del suelo. Iba ya a llamar a su hijo cuando este apareció por la puerta. L., se levantó de la silla con una alegría indescriptible y volvió a la realidad, así de sencillo.
Muchas veces estas experiencias hay que vivirlas para creerlas, la fuerza que tiene el vínculo familiar es muy intenso y supera cualquier medicina.
jueves, 30 de septiembre de 2010
Uso de Internet en las residencias
Muy acertados los comentarios de Luis en el apartado de las nuevas tecnologías. El problema de las nuevas tecnologías en el tema que nos ocupa, es que de momento pasa por utilizar el ordenador y para la mayoría de nuestros mayores lógicamente, es algo inalcanzable. De todos modos ya está comenzando el uso de internet vía televisión, no estoy muy puesta en este tema pero creo que en menos de cinco años en cualquier hogar se pasará de ver un programa de cualquier televisión a hablar vía internet como hoy cambiamos de una a otra cadena, con un simple mando. En los centros lógicamente no tenemos ese problema porque somos nosotros los que manejamos las innovaciones.
En los servicios de teleasistencia el sistema ya está implantado pero honestamente creo que sirven sólo para una parte de nuestros mayores, los que conservan sus capacidades cognitivas.
También existe la vídeo-conferencia telefónica pero con coste económico elevado, al menos de momento. De lo que se trata es de aprovechar que en la mayoría de centros y hogares hay conexión a internet. A mí no me preocuparía que en las zonas comunes y siempre con el consentimiento de las personas implicadas, los familiares pudieran ver en todo momento lo que ocurre y cómo está su padre o su madre. Ya sé que sería un tema delicado pero realmente las residencias somos centros abiertos que no debemos tener miedo a ser observados. Para los gestores sería un punto de control excelente. Cuando yo comencé con mi labor no puse ningún tipo de restricción horaria a las visitas e incluso dejábamos que los familiares estuvieran en el comedor. No pudo ser, tuvimos que dar marcha atrás fundamentalmente para respetar la intimidad de nuestros mayores y que no se entorpeciera la labor de las gerocultoras. A pesar de todo espero ver el día en que mis hijas puedan ver lo que hago diariamente en la residencia que esté.
En los servicios de teleasistencia el sistema ya está implantado pero honestamente creo que sirven sólo para una parte de nuestros mayores, los que conservan sus capacidades cognitivas.
También existe la vídeo-conferencia telefónica pero con coste económico elevado, al menos de momento. De lo que se trata es de aprovechar que en la mayoría de centros y hogares hay conexión a internet. A mí no me preocuparía que en las zonas comunes y siempre con el consentimiento de las personas implicadas, los familiares pudieran ver en todo momento lo que ocurre y cómo está su padre o su madre. Ya sé que sería un tema delicado pero realmente las residencias somos centros abiertos que no debemos tener miedo a ser observados. Para los gestores sería un punto de control excelente. Cuando yo comencé con mi labor no puse ningún tipo de restricción horaria a las visitas e incluso dejábamos que los familiares estuvieran en el comedor. No pudo ser, tuvimos que dar marcha atrás fundamentalmente para respetar la intimidad de nuestros mayores y que no se entorpeciera la labor de las gerocultoras. A pesar de todo espero ver el día en que mis hijas puedan ver lo que hago diariamente en la residencia que esté.
jueves, 23 de septiembre de 2010
Aprendiendo desde su voz
Acabo de estar en casa de una amiga que tiene a su padre pasando unos días con ella. Tiene 92 años y una capacidad mental que para si quisieran muchas personas no tan mayores como él. Hasta ahora ha vivido solo aunque ayudado por cuidadoras, ha llegado el momento de que tome una decisión y ayer mismo lo hizo. Fuimos a visitar dos residencias, distintas en su estructura física y en su planteamiento. Preguntó, miró y reflexionó. Su respuesta me pareció muy coherente. Eligió la que le pareció más adecuada a su situación actual y muy seguro me dijo que si su situación cambiaba iría a la otra. Ahora está un poco nervioso, pendiente de la vida que va a comenzar en unos días. Hemos hecho un trato, le gusta mucho escribir, aunque no ve, su hija le comentó que podría grabar un pequeño diario de sus vivencias en la residencia, le he propuesto que lo haga y que yo lo publicaré en este blog. Hemos acordado que lo haga todos los días expresando libremente sus sentimientos, lo que le gusta, lo que no le gusta y lo que le gustaría. Yo me he comprometido a que su trabajo tenga un sentido y veamos la vida de las residencias desde la voz de quien realmente la vive, la sufre y la disfruta. Creo que todos vamos a aprender mucho. Me hubiera gustado que la residencia donde trabajo estuviera cerca, hubiera sido un lujo tenerle allí.
martes, 21 de septiembre de 2010
domingo, 19 de septiembre de 2010
Autonomía y libre decisión
Este fin de semana he estado con un grupo de profesionales trabajando en temas de calidad. Cada día me surgen más y más dudas sobre nuestra forma de enfocar aspectos como la autonomía y libre decisión de la persona mayor en sus cuidados. Parto siempre de la premisa que estas personas se ponen en manos de un Centro que entiende siempre los cuidados en beneficio de ellas. Con frecuencia yo cuando hablo de este tema explico una vivencia mía personal. Cuando yo comencé a dirigir esta residencia hacía apenas tres meses del fallecimiento de mi padre en una residencia geriátrica. Ese día coloqué una foto de mi padre en la mesa del despacho y me dije que iba a intentar hacer con las personas a las que dirigía lo que a él le hubiera gustado y a evitar todo aquello que yo había intuido como negativo.
Uno de los temas que mis compañeros y yo hemos discutido estos días es si la persona mayor está en su derecho a decidir la frecuencia y el modo de su aseo personal. Yo opino que no, pero parto sólo de mi realidad y de mi experiencia. Algunos de los residentes que tenemos cuando han ingresado han sido reacios al baño diario y sin embargo con el tiempo protestan si ocurre cualquier percance que lo impida. En nuestro centro consideramos que este aseo va en beneficio de la propia persona y de forma indirecta del entorno más inmediato que son sus propios compañeros. Más del 80% de nuestros residentes presentan problemas de incontinencia y un porcentaje casi igual tienen dificultades funcionales para llevar a cabo tareas en su autocuidado (limpiarse cuando utiliza el wc), no hay que olvidar que la mayoría (en nuestro caso el 100%) están allí porque no pueden valerse por si mismos. ¿Qué debemos hacer? ¿Dejamos que la persona mayor decida aunque eso conlleve una falta de aseo? ¿En qué limite ponemos esa falta de aseo como inaceptable? ¿Nos daría igual esa falta de aseo en nuestros padres aunque ellos lo eligieran? Se me ocurren muchas preguntas pero aquí dejo estas cuantas para su reflexión.
Uno de los temas que mis compañeros y yo hemos discutido estos días es si la persona mayor está en su derecho a decidir la frecuencia y el modo de su aseo personal. Yo opino que no, pero parto sólo de mi realidad y de mi experiencia. Algunos de los residentes que tenemos cuando han ingresado han sido reacios al baño diario y sin embargo con el tiempo protestan si ocurre cualquier percance que lo impida. En nuestro centro consideramos que este aseo va en beneficio de la propia persona y de forma indirecta del entorno más inmediato que son sus propios compañeros. Más del 80% de nuestros residentes presentan problemas de incontinencia y un porcentaje casi igual tienen dificultades funcionales para llevar a cabo tareas en su autocuidado (limpiarse cuando utiliza el wc), no hay que olvidar que la mayoría (en nuestro caso el 100%) están allí porque no pueden valerse por si mismos. ¿Qué debemos hacer? ¿Dejamos que la persona mayor decida aunque eso conlleve una falta de aseo? ¿En qué limite ponemos esa falta de aseo como inaceptable? ¿Nos daría igual esa falta de aseo en nuestros padres aunque ellos lo eligieran? Se me ocurren muchas preguntas pero aquí dejo estas cuantas para su reflexión.
sábado, 11 de septiembre de 2010
De la administración de insulina y heparina
Va terminando el verano y todos empezamos a organizarnos como si de un nuevo curso se tratara. Es curioso como marcamos tiempos en todo asemejándolos a las etapas escolares. Y comenzamos con la noticia esperada de la Sentencia de la Sala Cuarta del Tribunal Supremo, de 12 de julio de 2010, por la que se confirma que los gerocultores sí pueden administrar insulina o heparina por la vía subcutánea a las personas mayores por ellos atendidas. Era de esperar que después de muchas controversias y demandas se fallara en este sentido. La insulina y la heparina son de administración propia y ninguna persona que lo precisa es atendida por ATS si no es para educar, enseñar y controlar su administración. Hace meses recibí un fax de un Sindicato advirtiendo que si una gerocultora administraba dichos medicamentos podría ser denunciada por intrusismo profesional, curiosamente no se decía que por hacerlo los residentes corrieran algún peligro, en realidad sólo se trataba de una cuestión de competencias.
lunes, 19 de julio de 2010
Ley de Dependencia, el copago
El otro día me preguntaba un familiar de un residente cómo era posible que la ayuda que percibía de la Ley de Dependencia por prestación económica vinculada a un servicio hubiera disminuido del año pasado a este. Hice las comprobaciones oportunas y efectivamente ese residente cobra este año 30€ menos que el año pasado. La respuesta me la dieron los servicios técnicos de la Comunidad Autónoma a la que pertenecemos. La valoración económica de los residentes es evaluada anualmente, se accede a la Agencia Tributaria y a los servicios del Catastro para ver las posibles variaciones patrimoniales tanto al alza como a la baja. Hay mucha gente que considera esta ayuda como una pensión y que por lo tanto nunca debería bajar pero la realidad es que es una prestación que se da en función también de la situación económica del dependiente que varía más de lo que imaginamos. El debate entre si es justo o no que alguien que haya ahorrado pague más que el que no lo ha hecho es para mí un debate en el que no tengo clara mi postura. La persona ahorradora no puede, por llamarlo de alguna manera “ser penalizada”, pero asimismo cuando no se ha ahorrado se ha generado riqueza con el consumo y se han pagado impuestos con el gasto realizado. Lo que si constato con relativa frecuencia es que los familiares son los más interesados en que el residente gaste poco y es triste ver como por ahorrar un mayor para que le hereden, no tiene las gafas adecuadas o la dentadura correcta. Los hijos debemos acostumbrarnos a prescindir de las herencias, no es un derecho, al fin y al cabo es un regalo. Los mayores deben emplear sus ahorros en vivir adecuadamente su última etapa de la vida y eso significa primordialmente vivir bien cuidado, en una residencia o en el propio domicilio, y al mismo tiempo lo que he nombrado antes: unas buenas gafas, una dentadura adecuada, un aparato de oír y cuantas ayudas técnicas precisen que hagan más fácil su día a día. Todos debemos aprender a vivir de nuestro trabajo sin esperar herencias, que si vienen serán muchas veces a costa de la privación y la austeridad absoluta de quien nos las proporciona. La ley de Dependencia, no puede estar pagando, de los impuestos de todos a los dependientes para que sus hijos hereden, todo lo que sea en beneficio de nuestros mayores ¡por supuesto!, pero no lo que sea en beneficio de terceros.
jueves, 15 de julio de 2010
Vacaciones para nuestros mayores
He estado unos días de vacaciones en la playa. Mi objetivo era desconectar del trabajo para volver con las pilas cargadas. Tengo que reconocer que en mis ratos de ocio termino comparando situaciones, acordándome de mis mayores, haciéndome preguntas y en la mayoría de los casos no encontrando las respuestas adecuadas.
Voy con mi familia de camping con una caravana, cuando la compramos, hace año y medio, dejé bien claro mis requisitos para ir con todas las comodidades y no tener problemas derivados de no ser unos jovencitos. Le hemos puesto un dispositivo llamado “mover” que hace que la caravana una vez desenganchada del coche se mueva sola para colocarla en su sitio sin esfuerzo físico. También hemos pensado con el tiempo ponerle otro motor que haga que las patas bajen automáticamente, y estamos dispuestos a equiparla con cualquier accesorio que nos facilite ir de vacaciones con ese medio.
Cuento todo esto porque he observado que no suele haber españoles de la tercera edad en los campings. He conocido a algunas personas que cuando han llegado a esa edad dejan la caravana fija cerca de donde viven o abandonan esta forma de ocio muy a su pesar. Sin embargo tuve estos días de vecinos a una pareja francesa que pasaban de los 70 años. Tenían una auto-caravana y me hicieron sonreír en muchas ocasiones observándoles. Se acostaban muy temprano, llevaban una vida muy ordenada y se les veía muy felices. Todos los días nos saludábamos y el último día compartimos un rato de charla. Empecé a pensar que en España los mayores campistas abandonan muy pronto, quizá también debido al tema de la conducción y me dio pena. De una reflexión pasé a otra y empecé a contar en la playa el número de personas que ese día estaban y que podrían pasar de los 75 años, sinceramente eran muy pocos o casi ninguno. Bien es verdad que estos años hemos tenido programas de vacaciones para mayores, supongo que con la crisis se reducirán pero no a todo el mundo le gusta ir de vacaciones en octubre en grupo y no ver niños jugando en la arena, ni disfrutar del ambiente del verano. Ya hay algunas experiencias de apartamentos adaptados para vacaciones de personas mayores y espero que aumenten para que ellos, o nosotros mismos, podamos ir a la playa o a la montaña en la fecha que queramos. Cuando en el mundo se está aumentando la edad de jubilación debemos empezar a pensar que vamos a ser pensionistas más tarde y que todo lo que sea facilitar la vida de nuestros mayores incluido el ocio nos va a beneficiar mucho antes de lo que creemos.
Voy con mi familia de camping con una caravana, cuando la compramos, hace año y medio, dejé bien claro mis requisitos para ir con todas las comodidades y no tener problemas derivados de no ser unos jovencitos. Le hemos puesto un dispositivo llamado “mover” que hace que la caravana una vez desenganchada del coche se mueva sola para colocarla en su sitio sin esfuerzo físico. También hemos pensado con el tiempo ponerle otro motor que haga que las patas bajen automáticamente, y estamos dispuestos a equiparla con cualquier accesorio que nos facilite ir de vacaciones con ese medio.
Cuento todo esto porque he observado que no suele haber españoles de la tercera edad en los campings. He conocido a algunas personas que cuando han llegado a esa edad dejan la caravana fija cerca de donde viven o abandonan esta forma de ocio muy a su pesar. Sin embargo tuve estos días de vecinos a una pareja francesa que pasaban de los 70 años. Tenían una auto-caravana y me hicieron sonreír en muchas ocasiones observándoles. Se acostaban muy temprano, llevaban una vida muy ordenada y se les veía muy felices. Todos los días nos saludábamos y el último día compartimos un rato de charla. Empecé a pensar que en España los mayores campistas abandonan muy pronto, quizá también debido al tema de la conducción y me dio pena. De una reflexión pasé a otra y empecé a contar en la playa el número de personas que ese día estaban y que podrían pasar de los 75 años, sinceramente eran muy pocos o casi ninguno. Bien es verdad que estos años hemos tenido programas de vacaciones para mayores, supongo que con la crisis se reducirán pero no a todo el mundo le gusta ir de vacaciones en octubre en grupo y no ver niños jugando en la arena, ni disfrutar del ambiente del verano. Ya hay algunas experiencias de apartamentos adaptados para vacaciones de personas mayores y espero que aumenten para que ellos, o nosotros mismos, podamos ir a la playa o a la montaña en la fecha que queramos. Cuando en el mundo se está aumentando la edad de jubilación debemos empezar a pensar que vamos a ser pensionistas más tarde y que todo lo que sea facilitar la vida de nuestros mayores incluido el ocio nos va a beneficiar mucho antes de lo que creemos.
martes, 29 de junio de 2010
Cuidándoles
Ayer mi hija me indicó este vídeo para que lo viera. Es muy interesante, yo no soy enfermera pero me reconozco en muchos de los comentarios de la protagonista e identifico situaciones y sentimientos que vivimos aquí a diario.
El director es EDUARDO SOLER y el guión está escrito por JAVIER ERCILLA & EDUARDO SOLER
El director es EDUARDO SOLER y el guión está escrito por JAVIER ERCILLA & EDUARDO SOLER
miércoles, 23 de junio de 2010
La lucidez de la demencia
Tenemos en el centro varias personas con demencia, alguna de ellas incluso con PEG que es una sonda de alimentación que se inserta quirúrgicamente a través de la piel del abdomen hasta el estómago y que se utiliza cuando una persona tiene dificultad para tragar, con mucha frecuencia debido a algún ACV (accidente cerebro vascular). Hace unos días una de ellas estaba hablando con un tono bastante elevado con la auxiliar que le atendía y desde mi despacho pude oír la conversación. Reconozco que me entraron ganas de grabar lo que estaba diciendo para que lo escucharan sus hijos pero luego pensé que a ellos les podría parecer una crueldad oír lo que su madre en un momento de total lucidez estaba relatando. Decía que quería morirse porque al fin y al cabo no podía andar, no hablaba bien y ni comer podía "¿qué pintaba ella en la vida?" En algunas ocasiones hemos comentado en el centro el tema de la eutanasia y yo siempre he defendido que nadie puede garantizar que una persona que hoy quiere morirse mañana no encuentre una razón, aunque sea pequeña, para no hacerlo. Todos los días, sin faltar uno, vienen a verla sus dos hijos, pasean con ella en su silla de ruedas y pasan toda la tarde juntos. Me consta que la relación era muy estrecha entre los tres antes de que ella enfermara. Llevamos varios días pensando en qué razón podríamos darle a esa persona para mitigar sus ganas de morir. Cuando le atendemos le hablamos de sus hijos, de su pueblo, de su casa, de las lechugas que plantaba, de los chorizos que hacía cuando estaba bien.......ella, con monosílabos nos contesta pero........ no con la lucidez ni la coherencia de hace unos días.
lunes, 21 de junio de 2010
Mi querido Alzheimer
Hoy comienza el verano, no hace calor pero el sol brilla y las flores están en todo su esplendor. Aquí en el Centro se notan los cambios estacionales tanto ahora como en invierno. Los residentes suelen estar más alterados, a algunos no les sienta bien que haya tantas horas de luz, a otros les gusta salir a la puerta por las tardes y estar de tertulia, lo que llaman aquí “la solana”. El viernes ingresó un señor con Alzheimer pero con una sonrisa de oreja a oreja, parece un niño feliz. Siempre digo que se cuida mucho mejor a las personas asistidas con demencia que a las que se consideran válidas. Para nosotros es mucho más fácil controlar a esas personas que intentar hacer entender a las otras lo que está bien para su salud. La persona con demencia es mucho más receptiva al cariño, más dócil a la hora de recibir cuidados, comen lo que deben comer, mantienen la higiene que nosotros creemos oportuna, si tienen que pasear pasean y si tienen que protestar y enfadarse lo hacen, sabiendo nosotros que esa protesta casi siempre está justificada. Viven en su mundo, un mundo ajeno a todo lo que les rodea pero que nos transmite mucha dulzura y bondad. Nos reconocen, no saben cómo nos llamamos pero sí que somos su referente, no nos dan los buenos días pero sí nos regalan casi siempre una sonrisa. El Alzheimer es una enfermedad que poco a poco impide que nuestro cuerpo realice sus funciones, ellos nos necesitan para todo y en el fondo lo saben o al menos se sienten bien cuando les damos de comer, cuando les limpiamos o cuando aliviamos alguna molestia. Nuestros cuidados son profesionales pero con un componente de cariño del que no podemos desligarnos. Ellos poco a poco van olvidando a sus seres queridos, van dejando de reconocerlos pero sin embargo responden a nuestras voces, a nuestros gestos y nos buscan cuando necesitan algo. Todos decimos que para vivir así es mejor no hacerlo, sin embargo creo que en el mundo faltaría algo sin estas personas que nos hacen reflexionar diariamente y ser mejores personas.
jueves, 10 de junio de 2010
Comprender el paso del tiempo
Hoy me gustaría poner una reflexión sobre la vejez que escribí hace un mes para un certamen.
COMPRENDER
Hace un tiempo, cuando las personas mayores se quejaban de no poder viajar, de no poder ir en metro y de no poder subir a un autobús, yo pensaba lo quejicosas que eran y la cantidad de manías que tenían. Iba al médico y no entendía cómo había tanto jubilado en las consultas, me parecía que era una manera de gastar el tiempo que les sobraba. Veía a los abuelos en los parques quejándose de no poder controlar al chiquillo de tres años que corría de un lado para otro y pensaba que cuando yo fuera mayor estaría encantada de hacer esa labor. Presenciaba cuando la persona mayor, harta de tantas prohibiciones dietéticas, se comía con ansia infantil un dulce, a sabiendas de que no podía hacerlo, y me decía a mi misma en tono despectivo que se volvían como niños. Observaba cómo dejaban de leer por la pérdida de visión y no entendía que unas buenas gafas no remediaran ese asunto. Para qué contar el tema del volumen de la tele, cómo no iban a poder oír. Veía a mi abuela dar vueltas y vueltas a la casa buscando el monedero, las llaves o el pañuelo, daba igual, todos enfadados buscando el objeto perdido. Los sueños y las ilusiones eran para los jóvenes, los mayores ya tenían su vida hecha. Cumplir 65 años me parecía una edad más que suficiente para dejar de trabajar.
Hace algo más de veinte años vi morir a mi madre sin haber llegado a cumplir los cincuenta. Recuerdo que todo el mundo comentaba lo pronto que se había truncado su vida. Sin embargo, con esa creencia de poseer yo toda la juventud y no ella, pensaba en voz baja que no era tan joven.
No he entrado aún en lo que todo el mundo llama “tercera edad” y que a mí personalmente me gusta llamar “mayor”, tengo 51 años, pero cuando viajo en tren siempre me fijo en el hueco que queda entre el vagón y el andén para no meter el pie y tener un accidente. Me he vuelto un poco hipocondríaca y pregunto al médico la causa de cada dolor o molestia que siento. Me siguen gustando los niños pero soy incapaz de seguirles su ritmo. Puedo comer de todo pero debo controlarme y confieso que no siempre lo consigo. Sin gafas no veo de cerca y, sin embargo, hasta hace poco no he tomado la decisión de tenerlas continuamente. Mis hijas me preguntan cada día si estoy sorda. Ya no me puedo fiar de la mal llamada “memoria fotográfica” porque se conoce que el revelado ya no es de tan buena calidad como antaño. Cada día me levanto con un nuevo o antiguo sueño e incluso con pequeñas ilusiones que probablemente no se cumplirán, pero que hace que todo tenga un sentido. Veo a mucha gente jubilada que podría haber seguido aportando valía, madurez, ganas y experiencia, y se encuentra o se siente condenada al olvido.
Hace cinco años falleció mi padre, escritor y periodista, con setenta y tres años, y yo, aquella que creía que mi madre era mayor, le decía a todo el mundo que mi padre era muy joven para morir, que todavía le quedaba por escribir su mejor novela.
jueves, 13 de mayo de 2010
Nuevas tecnologías
Buscando siempre mejorar en todos los apartados de nuestro Centro, ayer iniciamos vídeoconferencias de los residentes con sus familias. Ya sé que alguien puede pensar que es una cosa accesoria, banal, que no tiene mayor relevancia, sin embargo soy de las que piensa que en menos de cinco años será el canal de comunicación principal. Hablamos con los sobrinos de una residente, sabíamos que iban a colaborar con nosotros, y al final lo hicimos vía Messenger. Le pusimos la pantalla del ordenador delante, hablaron y se vieron. La señora se emocionó, su familia está lejos y no puede visitarla muy a menudo. Hemos decidido extender esta experiencia al resto de residentes, incluso hacerlo con aquellos que no pueden comunicarse bien. Creemos que las familias podrán de este modo verles y se sentirán más cerca. Tiene algún inconveniente, no todo es perfecto, no es una comunicación privada. Nuestro objetivo es conseguir que las personas que tienen a sus seres queridos muy lejos compartan por unos minutos los gestos, las sonrisas e incluso las lágrimas.
lunes, 3 de mayo de 2010
¿Merece la pena?
Hace tiempo que no escribo en el blog y no por falta de experiencias que contar, algunas incluso que hacen esbozar una sonrisa. Otras vivencias hacen que reflexione sobre el comportamiento humano y que no llegue a entender las formas de vida tan distintas que se pueden dar en las personas. La semana pasada falleció un residente joven. Ingresó en el Centro hace año y medio y en su momento le recomendé que buscara otro tipo de recurso. Sin embargo él insistió en venir aquí. Una residencia de personas mayores tiene una forma de funcionamiento que no puede ser compatible con las necesidades de una persona que no ha cumplido los sesenta, a pesar de tener una minusvalía importante. Nunca estuvo a gusto y eran constantes las divergencias tanto conmigo como con el personal. En una ocasión le pedí que me facilitara el nombre de alguna persona que pudiera responder de él a la hora de tomar alguna decisión si él no podía, su contestación fue “me lo pensaré”. Nunca supuse que estaba cerca ese momento. Ingresó en el hospital y en apenas una semana falleció. Desde el centro tuvimos que organizar su entierro porque su única familia directa era un hermano enfermo que declinó tomar cualquier decisión. Lo que llama la atención de este caso es que era una persona con un patrimonio importante, una suma considerable en el banco y un montón de propiedades. Nosotros éramos desconocedores de su situación financiera, desde el respeto a la privacidad nunca preguntamos. Al enterarnos de esto todos nos hemos hecho la misma pregunta ¿por qué una persona con posibilidades económicas importantes ingresa en una modesta residencia rural donde supuestamente no estaba a gusto? Curiosamente no tenía tampoco gente alrededor dispuesta a heredarle, ni familia ni amigos. No recibía nunca visitas. Es muy probable que nadie pensara que su final podía estar tan cercano. A veces hemos tenido y tenemos residentes que no gastan nada pensando en la herencia de sus hijos o de sus sobrinos. Este hombre no estaba en ese caso. Cuando observo estos comportamientos siempre me pregunto, ¿merece la pena atesorar bienes materiales y económicos a costa de llevar una vida tan pobre? ¿Realmente era feliz de este modo? Nunca lo sabremos.
jueves, 25 de marzo de 2010
Empatía
Reconozco que muchos días vengo cansada a mi casa y que no logro desconectar de mi trabajo. Siempre digo que si dirigiera una fábrica de hacer cajas todo sería más relajado. Que un día las cajas salen peor, al día siguiente las mejoraríamos. No, no es una fábrica lo que dirijo, es un centro de personas atendido por personas. La diferencia de edad entre cuidadores y cuidados, necesaria e imprescindible, es muchas veces un obstáculo difícil de salvar. Una persona joven no entiende con frecuencia a la persona mayor, no empatiza con ella. Me pongo a recordar cómo era yo cuando era una postadolescente y no sé si hubiera en esos momentos podido dedicarme a este trabajo. Mi madre murió con 49 años y mi padre tenía entonces 53 años, recuerdo en el funeral a la gente hablando de lo joven que era mi madre, yo con 24 años les miraba pensando que no era tan joven, veía incluso mayor a mi padre para rehacer su vida, ¡qué disparate! Hace 5 años murió él con 73 y en esos momentos de mi vida le veía muy joven para morir. Me cuesta mucho trabajo hacerles ver a las cuidadoras que los mayores no son niños, que no podemos tratarles como tales aunque sus comportamientos sean en ocasiones caprichosos. Es un poco complejo tratar de que ellas cumplan con su trabajo, que en ocasiones no coincide con los deseos del mayor, respetando siempre a la persona y no haciéndole sentir mal. Para mí es algo incómodo tener que mediar en esos conflictos donde el escollo principal es la poca empatía entre uno y otro.
domingo, 21 de marzo de 2010
Individualizar
Hay momentos en nuestro trabajo que todos nos planteamos la pregunta ¿en qué consiste la atención individualizada? Si preguntamos a las familias suelen estar de acuerdo en que se les sirva la comida que a ellos les guste, que se les atienda sin demora en sus necesidades, que mantengan el horario que ellos quieran, etc. Tenemos que ser realistas, todo eso lleva un coste económico que difícilmente podrían asumir. El tema de las comidas es muy representativo de la atención individualizada. Se está imponiendo que el residente, siempre con 24 horas de antelación decida sobre dos menús. Tengo que confesar que en nuestro centro eso sería inviable. Aún en el supuesto de que lo lleváramos a cabo siempre habría residentes que cambiarían de opinión y que se generarían conflictos en una misma mesa con platos de comida distintos. Durante un tiempo estuvimos dando la fruta a elegir hasta que llegamos a la conclusión de que no estaban contentos. Ahora ponemos una fruta igual para todos y no ha vuelto a ser un problema. Algunas familias nos dicen: ¿qué os cuesta cambiarle la cena y hacerle una tortilla? Nos cuesta que hoy coman esa tortilla y mañana ya quieran otra cosa y no digamos si el compañero tiene la cena distinta, entonces para qué queremos más. Nosotros hemos llegado a la conclusión de que deben comer el mismo menú todos y que se debe variar constantemente. Otro tema es las horas de acostar. Los residentes válidos únicamente tienen la limitación del ruido, pueden acostarse cuando lo deseen. Otra cosa son las personas totalmente dependientes. Un centro no puede organizarse si no hay unos horarios y pautas de trabajo y aunque a las familias pueda parecerles que se acuestan temprano tienen que entender que también se levantan muy temprano (y no siempre porque nosotros les obliguemos). Antes de que comience el turno de noche todas estas personas tienen que estar ya acostadas. La tarea de acostar supone llevar a la persona a la habitación (a veces entre dos personas), ponerle al baño, limpiarle, ponerle el pijama, ajustarle el pañal y meterla en la cama. Muchos de ellos tienen medicación que tomar al acostar y todo ello hay que hacerlo de manera que a las 10 de la noche el centro esté en silencio. Cada familia sólo entiende de su residente pero tiene que multiplicar por el número de ellos que haya para entender que las cosas no pueden ser de otro modo.
Gracias a las familias
Esta noche quiero dar las gracias a esas familias de nuestros residentes que nos ayudan y apoyan en nuestra labor. Es muy diferente contar con ellas y con su complicidad que tenerlas en frente siempre dispuestas a protestar por todo. En nuestro centro tenemos varias de las primeras que con una frase nos hacen sentirnos tranquilos y orgullosos de nuestro trabajo. Acabo de leer un comentario de una nieta de nuestro L..., son un ejemplo de lo que hablo. Siempre han estado a nuestro lado ayundándonos a cuidar de él, cooperando para solventar los problemillas y haciendo que todo esto tenga un sentido positivo. Gracias por estar con nosotros.
martes, 9 de marzo de 2010
Un pequeño brindis
Acabo de terminar de comer en la Residencia. Todos los días lo hago en compañía de las gerocultoras del turno de mañana, nuestra empresa nos lo facilita para que ellas puedan terminar con tranquilidad el turno. Si no lo hicieran, unas veces estarían muertas de hambre y otras pensando que no habían hecho la comida todavía. De este modo conseguimos que no se agobien cuando va a llegar la hora de acabar. La mayoría de los días comentamos anécdotas y nos reímos con las ocurrencias de los residentes y las nuestras propias. Una de las gerocultoras I…. me decía que leía el blog todos los días, ¡uf qué calorina me ha entrado! Se lo comenté a varias el otro día porque me parecía justo que supiesen que son protagonistas también de esta historia, no me resta libertad que me lean porque creo que casi todas saben lo que pienso y como lo pienso. I… es una de las personas que en estos cinco años que llevo en el centro ha ido aprendiendo y mejorando, todavía le queda mucho pero creo que en unos años será una gran profesional. Ella también sabe en qué debe mejorar así que en sus manos está. Como sé que me va a leer, le brindo este pequeño guiño para continuar en este viaje, tan reconfortante unas veces y tan amargo otras.
Residencia versus hospital
En otra entrada de este blog he hablado de lo poco que me gusta asimilar una residencia a un centro hospitalario. Entiendo que el concepto no puede confundirse y nos cuesta mucho hacer entender a residentes y familias que nosotros cuidamos de su mayor y le proporcionamos atenciones que en su casa no serían posibles pero muy lejos de lo que tendría, o en muchos casos de lo que carecería, en un hospital. El problema es complejo porque incluso el propio personal acaba comparando su labor con la de un auxiliar de planta en un centro médico. En los hospitales españoles, al menos los que yo conozco, una persona mayor tiene que tener un acompañante día y noche para ayudarle en todas sus actividades de la vida diaria (técnicamente llamadas ABVD) El personal del hospital asea pero no baña, lava la cara pero no ayuda a afeitar, pone la comida pero muy raramente se la da al enfermo, levanta (mejor dicho el celador) pero si necesita sujeciones sólo lo hace en presencia del familiar y así con todas sus necesidades. Resulta paradójico ver la cantidad de personal por planta, que en muchas ocasiones está con los brazos cruzados, mientras muchas familias tienen que pagar a un cuidador en el hospital si ellos no pueden estar. No acabo de entender la función del auxiliar en el hospital. En alguna ocasión cuando hemos tenido a un residente en estado terminal, algún familiar nos planteó quedarse de noche para cuidarle. Nuestra respuesta ha sido siempre la misma: “usted quédese porque quiera estar con él en sus momentos finales, dándole su cariño y su amor, pero no para cuidarle, para eso estamos nosotros”
lunes, 8 de marzo de 2010
Su marcha
Por muy anunciado que fuera, me cuesta hablar de la partida de L… Nos dejó el jueves 4 de marzo a las 10 de la noche, silenciosamente, sin ruido, tranquilamente. Quisieron las circunstancias que estuviera en su habitación más tiempo del habitual hasta su traslado para su entierro, hasta en eso quiso ser el que más tiempo estuviera, como si no quisiera abandonar su hogar de los últimos ocho, casi nueve, años. Hoy he entrado en su habitación ya vacía y reconozco que me va a costar ver allí a otra persona. Hay muchas personas que han pasado y fallecido en el Centro, a veces por su poco tiempo entre nosotros se nos olvidan sus nombres pero estoy segura que no va a ocurrir eso con L… Recordaremos siempre al primer residente, a aquel que cuando le preguntaban si había vivido siempre en el pueblo contestaba que sí, pero que había ido a la guerra. Le recordaremos siempre con una sonrisa pícara y con cara de no haber roto un plato. Recordaremos su guerra particular con A… protestando porque este último se llevaba el periódico a su habitación justo cuando él pensaba leerlo. Recordaremos cuando de pronto se ponía a cantar un pasodoble o cuando enfadado protestaba porque no quería comer los yogures. Recordaré cuando me llevaba unos caramelos para mis hijas o cuando ejercía de peluquero con algunos residentes. Las dos caras de una moneda sus alegrías y sus enfados, como todos.
miércoles, 3 de marzo de 2010
"Soy mayor luego estoy enfermo"
Cuando llegamos a mayores tomamos distintas actitudes con respecto a nuestras visitas al médico. Hay quien presume de no tomar una sola pastilla y quien no sale de la consulta. Curiosamente estos últimos nunca suelen tener nada más que los achaques propios de la edad. A pesar de saberlo siempre tenemos que pasarles al médico y hay veces que tenemos que mirar para otro lado porque reirnos sería una falta de educación. Hoy una señora ha pedido ser vista por el doctor porque "las cervicales se le suben a la cabeza y le ahogan". Creo recordar que es la quinta vez que es vista por este motivo. ¿Qué puede hacer el profesional ? No le queda otra opción que tomarlo con humor y tranquilizar a la paciente. Pero claro, si no le ha puesto medicación es como si no le hubiera hecho caso, el resultado será que dentro de unos días las cervicales volverán a moverse hacia su cabeza. Hay residentes que compiten a ver quién está más enfermo e incluso consideran que si no les ingresamos en el hospital no van a curarse y les vamos a dejar morir. La culpa es un poco de todos. Vengo repitiendo a quien me oye a diario que una residencia no debe ser sinónimo de hospital, ni en las formas de trabajo ni en la percepción de residentes y familias. El tener un médico diariamente no tiene que significar que todos los días deba ver a los mayores, ni hacer ronda como en los hospitales. Ser mayor no es sinónimo de ser un enfermo y todos debemos hacer un esfuerzo por hacer de la vida de nuestros ancianos una vida normal, limitada sólamente por las características de su edad.
viernes, 26 de febrero de 2010
MI LABOR
¡Qué duro es dirigir a personas que trabajan con personas! Hoy estoy especialmente saturada. Cuando diriges un pequeño centro tienes que hacer el papel de todo, desde encargarte de los suministros hasta los de continua supervisión, eso implica que todos los días tienes que corregir descuidos voluntarios o involuntarios. Las personas confundimos lo que es decirle a alguien que algo no está correcto, sin entrar a valorar por qué, con lo que se llama "bronca". Si das confianza malo y si te pones en plan distante también. La dinámica de trabajo de una residencia exige que todo el personal sea muy responsable y extremadamente cuidadoso y eso exige continua supervisión. Si veo una habitación con algo sucio tengo forzosamente que recordarle a la persona que lo ha limpiado que repase su trabajo, es mi labor. Si una gerocultora olvida cortar uñas cuando corresponde tengo que ordenarle que lo haga, es mi labor. Si el material del centro se está despilfarrando hay que recordar que lo que se malgasta va en detrimento de todos, es mi labor. Y qué decir de los horarios de trabajo ¡nadie está contento nunca ! Me rompo la cabeza intentando contentar a todo el mundo y casi que se los mandaría por correo para no ver las caras pero es mi labor. Dejaré de quejarme y os contaré que ayer me emocioné con una señora que acababa de perder a su marido. Se lo dije estando sus sobrinos delante y quería que ellos no se marchasen para no quedarse sola, como tenían que irse me miró y me dijo: "no se marche usted". Ese momento me reconforta y me recuerda que MI LABOR tiene sentido.
martes, 23 de febrero de 2010
Un día lluvioso
Hoy llueve y hace viento. En la Residencia todos acusamos este mal tiempo, estamos un poco irascibles y poco comunicativos. Ayer tuve una conversación con la terapeuta ocupacional sobre la baja participación de los ancianos en sus clases y actividades. La media de edad es muy alta, hay muchos de ellos que apenas saben leer ni escribir y es normal su desinterés aunque intentemos que adopten otra actitud. Si una persona no ha leído nunca, ahora que no tiene vista ¿pretendemos que lo haga?, si la línea más larga que ha escrito es su nombre ¿vamos a hacer que nos escriba una carta? Si las únicas noticias que ha seguido con interés eran las de su propia calle ¿vamos a hacer que siga el debate del estado de la nación? A mi muchos días me aterra pensar que soy la persona que decide lo que comen, lo que cenan, cómo se les lava, cómo se cuida su ropa, las normas, los horarios...... ¿quién soy yo para decidir su vida? Sólo falta que les obligue a emplear su tiempo escribiendo o leyendo si no lo quieren hacer. Ya se lo bueno que es mantenerles activos, que trabajen con su cabeza pero también se que lo que se hace obligado no tiene el mismo resultado que lo que se hace con ganas. El fallo es nuestro por no saber atraer su interés, tenemos que aprender a hacerlo.
jueves, 18 de febrero de 2010
Habitaciones dobles
Uno de los conflictos más frecuentes entre los residentes se origina en las habitaciones dobles. Se quejan porque la compañera o el compañero enciende la luz, porque no habla o porque habla demasiado, por cualquier menudencia que ocurra. He tenido que intervenir en innumerables ocasiones y he cambiado habitaciones para intentar encontrar una relativa armonía. Muchas veces me he parado a pensar lo que ocurriría si a mis ochenta años me pusieran a convivir con una extraña que puede caerme bien o mal y con la que puedo no tener absolutamente nada en común, supongo que la más regruñona de los residentes de mi centro sería un angelito a mi lado. No me gustan las habitaciones dobles y no digamos ya las triples que en algunos centros he visto, soy consciente de que tienen que existir por cuestiones económicas y de espacio pero no es la opción que yo elegiría. Las personas con demencia no tienen problemas e incluso puede ser beneficioso que estén acompañadas, pero el resto no. Casi todos en un momento determinado expresan de un modo u otro lo bien que estarían sin compañía en la habitación, con su espacio totalmente privado y con un baño no compartido. Uno de los temas que también me preocupa es la falta de intimidad que hay en las residencias y que el tener habitaciones dobles potencia. Ellos no son conscientes pero es así. Las gerocultoras entran a duchar a una de las personas y no le pueden decir a la otra que salga de la habitación, al fin y al cabo es también suya. Los que están en habitaciones individuales tienen mucho más sentido de propiedad de su espacio que el resto, es su lugar y no lo comparten con nadie.¡ Iré pidiendo habitación individual!
miércoles, 17 de febrero de 2010
El adios
Llevamos unos días en el centro con un sentimiento de tristeza. La residencia se abrió hace ya más de ocho años y el primer residente estuvo un mes sólo él. Me contó una vez el primer director que como era diciembre y no tenía mucho sentido tener al personal para una sola persona en Navidades no sabía cómo decirle si iba a irse unos días a su casa que conservaba cerrada. Él mismo debió pensarlo y se fue a pasar las vacaciones con sus hijos. Ha estado estos años saliendo a diario a jugar su partida al club de jubilados del pueblo y a vigilar su casa. Ha sido un referente, el primer residente que pisó el centro, con el añadido de ser del propio pueblo y que ha vivido toda su vida allí. A lo largo de estos años hemos mantenido una relación cordial, se ha enfadado varias veces conmigo por no darle la razón cuando él creía que la tenía, ya su pensamiento era poco flexible al dialogo, pero ha tenido siempre su lugar destacado entre nosotros. Hace un mes comenzó su declive físico final, ya no anda, apenas come, su cara se ha afilado y no mantiene la consciencia más allá de algunos ratos puntuales. Esta mañana le pregunté que si sabía quién era yo y me llamó por mi nombre. Sé que le queda poco tiempo, le miro todos los días y veo en él un ser indefenso que con mucha frecuencia llora y quiere ver a su madre. Alguien me dijo una vez que cuando estamos a punto de morir nuestro pensamiento se centra en la figura materna y he constatado muchas veces que es así. No me acostumbro a las muertes de los residentes, no suelo llorar porque he aprendido que hay que separar lo profesional de los sentimientos aunque alguna vez me han podido las emociones, pero sé que cuando L… se vaya, el centro se quedará un poco vacio, que siempre que pase por su habitación le veré sentado leyendo, que cuando tenga que anotar su baja lo haré con mucha nostalgia y que recordaré siempre su sonrisa picarona.
martes, 16 de febrero de 2010
Hablando del personal
Las personas que trabajamos con mayores institucionalizados acusamos algo que los expertos llaman síndrome de Burnout o quemado. Para quien no conozca este término se define como un tipo de estrés prolongado motivado por la sensación que produce la realización de esfuerzos que no se ven compensados personalmente. Se suele dar en trabajos sociales que implican el trato con personas e importantes exigencias emocionales en la relación interpersonal. Uno de los colectivos más afectado es el del cuidador directo en residencias (gerocultoras o auxiliares) Su trabajo es quizá el más importante, son las personas que asean, dan de comer y atienden en todas sus necesidades al mayor. Es imprescindible que estén implicadas en su cometido pero al mismo tiempo que entiendan que ese mayor al que cuidan no es su familia ni pueden sustituir a las personas queridas por el anciano. Tienen que dar cariño, tienen que tener paciencia pero al mismo tiempo saber que su labor es profesional y que como tal tienen que desempeñarla. Unos de los problemas que yo veo es que ellas mismas no valoran su trabajo, la sociedad también ayuda a ello, es frecuente oír que su trabajo consiste en “limpiar culos”. No es cierto, al menos donde yo trabajo. En mi centro casi todo el personal está implicado de tal modo que son ellas las que presienten cuándo están malos y cuándo necesitan algo. Son observadoras constantes de cualquier rojez que tengan y cuidan para que no se les produzca ninguna escara, tarea que les ha enseñado la enfermera. Si algún mayor tiene prescritos tranquilizantes y ellas constatan que no los necesita son las primeras en comunicárselo al médico para que si es posible no los tomen. Se sienten orgullosas cuando consiguen que un enfermo de alzheimer les responda y les reconozca. Sin embargo también es cierto que tienen días malos y que a veces se sienten menospreciadas y fiscalizadas por el anciano e incluso por mí. Hay veces que no puedo remediar tener que corregir alguna forma de trabajo, es mi labor y no lo entienden siempre. De lo que estoy segura es que con gerocultoras responsables y profesionales un centro funciona y cuando no ocurre eso los problemas son innumerables.
lunes, 15 de febrero de 2010
La soledad
Generalizar nunca es bueno pero hay realidades que se constatan a diario. Las personas que ingresan en residencias son quizá las que acusan de forma más patente la ausencia de la familia y sin embargo son las más cuidadas por ella. Muchos ancianos que permanecen en sus domicilios se sienten solos y en realidad lo están, sus familiares mantienen un mínimo contacto, muchas veces telefónico y les basta con saber que están bien, otros ni siquiera eso. Todos somos el resultado de nuestra vida, algunos ancianos están solos porque así lo han decidido o porque nunca se ocuparon de no estarlo. En las residencias ocurre también este hecho pero el mayor vive rodeado de gente de su edad y de personal que le atiende.
¿Qué es entonces la soledad del mayor en un centro? Mi experiencia me dice que es el momento en el que se da cuenta que ya no es el referente de nadie, no se siente útil y no cuentan con él los que antes él cuidaba y atendía. Reclama la presencia de su familia pero nada más que para un rato. Veo con frecuencia como cuando ingresan en los centros tienden a tener una obsesión por seguir controlando aspectos externos a su vida diaria: su casa, sus cuentas, sus pertenencias, etc., aspecto muy positivo porque les hace seguir conectados al mundo. Sin embargo empiezan a acusar el cansancio mental que todo eso les ocasiona, no tienen el pensamiento ágil, les cuesta resolver cualquier percance e incluso magnifican cualquier pequeño contratiempo. En ese momento comienzan a poner en manos de sus hijos todos esos aspectos para llegar a un estado a veces de total indiferencia. No les importa el dinero tienen, no quieren saber de problemas y quieren que su vida sea plana y rutinaria. Necesitan de la presencia de su familia pero en cortos períodos de tiempo y siempre para que satisfaga sus caprichos. Les cuesta incluso hacer salidas a casa de sus hijos. En realidad son dueños de su soledad.
¿Qué es entonces la soledad del mayor en un centro? Mi experiencia me dice que es el momento en el que se da cuenta que ya no es el referente de nadie, no se siente útil y no cuentan con él los que antes él cuidaba y atendía. Reclama la presencia de su familia pero nada más que para un rato. Veo con frecuencia como cuando ingresan en los centros tienden a tener una obsesión por seguir controlando aspectos externos a su vida diaria: su casa, sus cuentas, sus pertenencias, etc., aspecto muy positivo porque les hace seguir conectados al mundo. Sin embargo empiezan a acusar el cansancio mental que todo eso les ocasiona, no tienen el pensamiento ágil, les cuesta resolver cualquier percance e incluso magnifican cualquier pequeño contratiempo. En ese momento comienzan a poner en manos de sus hijos todos esos aspectos para llegar a un estado a veces de total indiferencia. No les importa el dinero tienen, no quieren saber de problemas y quieren que su vida sea plana y rutinaria. Necesitan de la presencia de su familia pero en cortos períodos de tiempo y siempre para que satisfaga sus caprichos. Les cuesta incluso hacer salidas a casa de sus hijos. En realidad son dueños de su soledad.
jueves, 11 de febrero de 2010
Precio de las residencias
Todos pensamos que las residencias son muy caras. No es tan cierto, todo depende del análisis que realizemos de sus prestaciones. Es verdad que como en todos los aspectos de este tema hay una gran variedad de tipos de residencias. Si calculamos un precio medio (en unos casos será más y en otros menos) de 1200€ por residente, serían 40€ diarios . ¿Qué hotel cuesta 40€ diarios con pensión completa, lavado y planchado de ropa, cuidados especiales, etc?
miércoles, 10 de febrero de 2010
Las residencias en los medios de comunicación
Hace poco el programa "Diario de" de Mercedes Milá realizó un reportaje titulado "Diario de ancianos maltratados". En él se reflejaban las negligencias de lo que llamaban una residencia en Cataluña, en Castilla nosotros lo llamaríamos un piso tutelado. Contaba con la participación de un experto en Gerontología, el presidente de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología. Mi impresión fue de repulsa hacia la manipulación que la periodista hacía tanto de las opiniones del experto como de lo que acontecía en aquel centro. Había cuestiones intolerables pero otras se manipulaban e inducían a error a las personas profanas en el tema. Pongo algunos ejemplos. La periodista aseguraba con toda rotundidad que la normativa recogía que por cada diez ancianos había que tener una auxiliar. Pues bien esto no es tan matemático. Cada comunidad autónoma tiene su propia reglamentación. En Castilla León por ejemplo se diferencian los ancianos en tres grados, válidos, asistidos en grado I y asistidos en grado II. En función del número de cada uno de ellos se calcula la ratio de personal. En una residencia de algo más de 30 con la mitad de ellos asistidos la normativa marca 3 JORNADAS de una auxiliar entre mañana y tarde. Esto quiere decir que se pueden tener 2 auxiliares de mañana y 1 de tarde o 1 de mañana y 2 de tarde o bien cualquier combinación que de ese resultado. Como veis no es una auxiliar cada diez ancianos en todos los turnos. Otra cosa que me llamó la atención es que confundió lo que es pinchar a dos personas con una misma lanceta para hacer una glucemia, cosa intolerable, con pincharles con distinta lanceta pero medidos con el mismo aparato. Con esto quiero señalar que los medios de comunicación en algunos casos buscan el sensacionalismo y confunden al espectador que tranquilamente en su casa contempla el programa. No realizan de verdad una investigación, simplemente van a lo fácil. Hay un montón de residencias en España y la inmensa mayoría cumplen con la ley. Los medios de comunicación tampoco distinguen que hay muchas clases de residencias: rurales, grandes centros, semihospitales, psicogeriátricos, etc. y que cada una de ellas tiene su espacio, cumplen su papel y satisfacen las expectativas del mayor. La diferencia entre ellas es muchas veces económica. Si yo pago 2000€ recibiré más servicios que si pago 1000 pero eso no querrá decir que la de 1000 sea una mala residencia, será más pequeña, tendré menos servicios extras pero estaré igual de bien cuidada.
Anédocta
Hace un tiempo un residente solicitó que le viera el médico porque decía que no le sentaba bien el "Almax" en sobre que le había recetado para las molestias gástricas. Cuando el médico le preguntó el por qué de su malestar, él muy serio contesto:
"Mire usted doctor, el otro día se me cayó un poco del medicamento en el pantalón y no se ha quitado la mancha. Si esto hace con mi pantalón qué no hará con mi estómago, seguro que también deja mancha"
¡Y tan contento que se quedó con su razonamiento!
"Mire usted doctor, el otro día se me cayó un poco del medicamento en el pantalón y no se ha quitado la mancha. Si esto hace con mi pantalón qué no hará con mi estómago, seguro que también deja mancha"
¡Y tan contento que se quedó con su razonamiento!
martes, 9 de febrero de 2010
El sentido de culpabilidad de las familias
He visto que Elvira se ha sorprendido del comentario que he hecho del sentido de culpabilidad de las familias, es probable que no me haya expresado bien. Te lo explicaré en primera persona, diciendote lo que yo sentí cuando tuve que ingresar a mi padre.
Cuando llevamos a un familiar a un Centro, no siempre estamos convencidos de que es lo mejor para él, y lo que es peor, en muchos casos el mayor no desea ir. En un porcentaje muy alto de casos es la solución mejor para su cuidado, lo sabemos, pero nos sentimos mal por no poder darle esos cuidados en su propia casa. Cuando le dejamos en la residencia nos invade el sentido de culpabilidad que se transforma en un afán constante de supervisión hacia la labor del personal. Nos mostramos dubitativos con la elección que hacemos del tipo de centro, pensamos que no le van a cuidar bien e incluso exigimos cosas imposibles. Durante el período de adaptación estamos pendientes de todo, de lo importante y de lo menos importante y manifestamos nuestras quejas incluso con impaciencia.
Esa fase pasa cuando nos damos cuenta de que las cosas son mucho más sencillas de lo que pensamos, que el cuidado de nuestro mayor exige profesionalización y que las personas que lo atienden tienen hacia él cariño y cuidado. A partir de ese momento nos sentimos mejor y comenzamos como familia a relajarnos y a colaborar en su cuidado.
Cuando llevamos a un familiar a un Centro, no siempre estamos convencidos de que es lo mejor para él, y lo que es peor, en muchos casos el mayor no desea ir. En un porcentaje muy alto de casos es la solución mejor para su cuidado, lo sabemos, pero nos sentimos mal por no poder darle esos cuidados en su propia casa. Cuando le dejamos en la residencia nos invade el sentido de culpabilidad que se transforma en un afán constante de supervisión hacia la labor del personal. Nos mostramos dubitativos con la elección que hacemos del tipo de centro, pensamos que no le van a cuidar bien e incluso exigimos cosas imposibles. Durante el período de adaptación estamos pendientes de todo, de lo importante y de lo menos importante y manifestamos nuestras quejas incluso con impaciencia.
Esa fase pasa cuando nos damos cuenta de que las cosas son mucho más sencillas de lo que pensamos, que el cuidado de nuestro mayor exige profesionalización y que las personas que lo atienden tienen hacia él cariño y cuidado. A partir de ese momento nos sentimos mejor y comenzamos como familia a relajarnos y a colaborar en su cuidado.
Comenzando y haciendo memoria
Siempre me ha gustado escribir e incluso he publicado en alguna revista, sin embargo mi trabajo actual me lleva mucho tiempo y tengo abandonada esa faceta de mi vida. Llevo un tiempo queriendo dejar de alguna manera plasmados mis momentos buenos y malos en mi profesión. Por un lado creo que si alguien los lee puede sentirse identificado y por otro simplemente quiero obligarme a recapacitar sobre muchas cosas importantes que vivo a diario.
Hace cinco años acepté la tarea de dirigir una pequeña residencia geriátrica en un pueblecito de Castilla. Recuerdo que mi primer día ya fue accidentado, nevaba y la carretera estaba impracticable pero mi ilusión por comenzar hizo que llegara sin preocuparme de nada más.
Mi llegada fue acogida con mucha expectación tanto de los residentes como de los trabajadores, me imagino que muchos de ellos pensaban quién sería la persona que les iba a "mandar". Yo en el fondo estaba asustada, no sabía por donde comenzar y me dediqué a explorar todos los rincones del Centro. Lo primero que hice fue colocar una fotografía de mi padre en mi despacho. Era una foto realizada tres días antes de su muerte en una residencia. Mi pensamiento fue: "voy a intentar hacer lo que hicieron bueno contigo y a evitar lo que no me gustó". El Centro era bonito, luminoso y con mucho espacio pero en aquel momento transmitía mucho desorden y caos. La ropa de los residentes se secaba en los pasamanos de los pasillos, la razón era una cuestión de comodidad del personal, lavaban por la noche, la ponían a secar y por la mañana se la volvían a colocar a los residentes, de este modo no hacía falta colocarla en los armarios. Mi primera orden fue la de prohibir terminantemente esta cuestión. Más de una debió pensar. "ya llegó la pija de turno". Los residentes me miraban de arriba a abajo y en ese momento entendí que mi labor no iba a ser nada fácil, ante mí tenía cuatro frentes con intereses totalmente distintos. Por un lado los residentes, los personajes más importantes de esta obra, con sus frustraciones, su historia pasada, sus necesidades afectivas, su tiranía y siempre protestando por todo. En otro extremo las cuidadoras, nunca satisfechas con su trabajo, sin saber valorar su labor y siempre protestando por todo. En medio las familias, intentando camuflar su sentido de culpabilidad y siempre protestando por todo. Por último estaba quien me contrataba que no protestaba por todo pero a quien tendría que rendir cuentas. Así comenzó mi andadura.
Hace cinco años acepté la tarea de dirigir una pequeña residencia geriátrica en un pueblecito de Castilla. Recuerdo que mi primer día ya fue accidentado, nevaba y la carretera estaba impracticable pero mi ilusión por comenzar hizo que llegara sin preocuparme de nada más.
Mi llegada fue acogida con mucha expectación tanto de los residentes como de los trabajadores, me imagino que muchos de ellos pensaban quién sería la persona que les iba a "mandar". Yo en el fondo estaba asustada, no sabía por donde comenzar y me dediqué a explorar todos los rincones del Centro. Lo primero que hice fue colocar una fotografía de mi padre en mi despacho. Era una foto realizada tres días antes de su muerte en una residencia. Mi pensamiento fue: "voy a intentar hacer lo que hicieron bueno contigo y a evitar lo que no me gustó". El Centro era bonito, luminoso y con mucho espacio pero en aquel momento transmitía mucho desorden y caos. La ropa de los residentes se secaba en los pasamanos de los pasillos, la razón era una cuestión de comodidad del personal, lavaban por la noche, la ponían a secar y por la mañana se la volvían a colocar a los residentes, de este modo no hacía falta colocarla en los armarios. Mi primera orden fue la de prohibir terminantemente esta cuestión. Más de una debió pensar. "ya llegó la pija de turno". Los residentes me miraban de arriba a abajo y en ese momento entendí que mi labor no iba a ser nada fácil, ante mí tenía cuatro frentes con intereses totalmente distintos. Por un lado los residentes, los personajes más importantes de esta obra, con sus frustraciones, su historia pasada, sus necesidades afectivas, su tiranía y siempre protestando por todo. En otro extremo las cuidadoras, nunca satisfechas con su trabajo, sin saber valorar su labor y siempre protestando por todo. En medio las familias, intentando camuflar su sentido de culpabilidad y siempre protestando por todo. Por último estaba quien me contrataba que no protestaba por todo pero a quien tendría que rendir cuentas. Así comenzó mi andadura.
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